Moralito vive en sus canciones
RECORDANDO SUS CORRERÍAS , cantando sus canciones y con versos sentidos despidieron ayer a Lorenzo Morales en Valledupar.
"Hoy la gente de los pueblos también te recordará, las lágrimas son recuerdos y la distancia es el pesar", cantó con un nudo en la garganta Franklin Morales para despedir a su padre Lorenzo, o Moralito, como se inmortalizará en los anales del folclor el último juglar vallenato que ayer fue sepultado en Valledupar.
En el ataúd rojo que pidió ser enterrado, rodeado de sus hijos, tuvo 37, nietos, ya son más de 90, y amigos de parranda, muchos reyes vallenatos, el reconocido compositor que murió en la madrugada del viernes a los 97 años, ayer fue despedido con una discreta ceremonia en el patio de su casa, antes de recibir, camino al cementerio, el adiós público en la plaza Alfonso López, donde él fue protagonista del primer Festival Vallenato en 1968.
Uno de sus discípulos más cercanos, Guillermo, El Monito, Arzuaga, también se unió a los versos del hijo de Moralito, en medio de sollozos: "Se despide un veterano del folclor, del folclor que tanto quiero, ya está reunido en el cielo con Toño y con Emiliano".
Al frente de la casa donde vivió por 38 años, en el barrio Primero de Mayo, los vecinos elaboraban su propio duelo sonando a todo volumen algunas del centenar de canciones que compuso Moralito en sus correrías y parrandas por los pueblos del Cesar y La Guajira.
"El día que muera Morales, toquen palmas y beban ron", es uno de los versos que recuerda la voz de Iván Villazón, de una canción creada por Moralito hace más de 35 años.
Las palmas se escucharon en su casa, como era su deseo, pero sus hijos no pudieron cumplirle la promesa de no llorar el día de su partida. Así lo reconoce uno de ellos, Alejandro, otro que le siguió los pasos de compositor y acordeonero, desde tiempos en que Moralito armaba las famosas piquerias con su compadre Emiliano Zuleta, el viejo Mile, el mismo que le dedicó la Gota Fría, su amigo del alma que se le adelantó en el viaje y falleció hace cuatro años.
Pero Morales sí le cumplió la promesa a Mile. Dejó de tocar el acordeón el mismo día que partió Mile al cielo de los juglares.
Pero los versos enamorados, llenos de memoria de esta región que compuso en su larga vida Moralito siguen vigentes en boca y acordeones de sus hijos, sus nietos y los seguidores que también ayer en la tarde cantaron en la plaza Alfonso López de Valledupar: "Qué triste se ven las calles, como todos pueden ver, se fue Lorenzo Morales, se fue Lorenzo Miguel".