Mujeres que manejan los trenes
75 universitarias manejan los trenes del Metro de Medellín. Otras 585 se disputan 80 vacantes.
No tiene pase de moto. Tampoco de carro, pero la joven Ana Carolina Ávalos tiene licencia para conducir el medio de transporte más importante y más grande de Medellín: el metro.
Al mando del tren ella está hace dos años y medio y hoy en día comparte el oficio con otras 231 personas, 74 de ellas mujeres.
El primer viaje lo hizo el 24 de octubre a las 11:00 de la mañana y fue tal la mezcla de emociones, que no pudo evitar los reflejos de su cuerpo.
"Estaba tan nerviosa, que las manos me sudaban. Era el primer viaje ya en serio con toda la responsabilidad que eso implica", comenta Ana Carolina luego de haber acumulado miles y miles de kilómetros como pilota de un metro que es ejemplo para Colombia y América Latina.
¡Claro! A ella no le soltaron los seis vagones así como así. El aprendizaje fue un proceso largo que tardó tiempo. A ese proceso ingresó por una convocatoria en la que exigían algunas condiciones físicas y cierto grado de estudios, requisitos que, recuerda, reunieron más de mil personas, que fueron las que compitieron con ella por el puesto.
"Exigían un índice de masa corporal entre 18 y 25, ser mayor de edad y estar cursando segundo o tercer semestre en un programa universitario".
Ana, para entonces, recién había cumplido los 18 años, tenía la masa muscular adecuada y estudiaba tercer semestre de Administración Financiera. Es decir, calificó perfecto para cumplir un sueño que tenía de saber cómo funcionaba por dentro.
Pero además de cumplir las exigencias mínimas, debió reunir otras cualidades, pues junto a otras 30 personas aprobó los exámenes y el metro la incluyó en su lista de conductoras.
La semana anterior, el metro hizo una convocatoria para nuevos conductores y llegaron 1.300 hojas de vida. Entre el 40 y el 45 por ciento de ellas corresponden a mujeres. Los elegidos serán 80 y "se hace la convocatoria porque, como deben ser estudiantes, muchos de ellos se graduaron y quedaron las vacantes", explicó una fuente del metro.
Una vez seleccionado el grupo, se inicia un curso igual al que le tocó hacer a Ana Carolina. Ella cuenta que duró unos cinco meses y que incluyó pruebas prácticas, en las que le tocó tomar la cabina y manejar el sistema, siempre acompañada por un conductor profesional.
"Pero no era lo mismo eso que ya coger el metro de mi cuenta y manejarlo sola, siempre dan nervios", recuerda.
Es un orgullo
Después de ese 24 de octubre, lo único que ha sentido Ana es orgullo. Ser maquinista de un metro que se volvió ejemplo y paradigma de otros países por su cultura y todo lo que se ha desarrollado en los 16 años que lleva rodando, la hace sentir plena.
Y aunque sabe que gran parte del sistema se maneja automáticamente, su mano y destrezas son vitales para que todo funcione a la perfección.
"Tengo que saber aplicar las órdenes que el mismo sistema envía, la velocidad, cuándo abrir y cerrar puertas y saber defenderme en una contingencia", anota Ana, que está próxima a culminar su carrera y cuyo deseo sería seguir vinculada al metro, si no de conductora, sí ejerciendo su profesión.
Ayer se bajó de la cabina y actuó como una pasajera. Nadie supo que se trataba de una conductora del sistema.
Le pasa todo el tiempo, que quien no sabe lo que hace y de repente se entera, la bombardea a preguntas. Ella, con gusto, explica, les cuenta cómo funciona eso tan maravilloso que se llama metro y que aprendió a conducir sin siquiera tener pase para moto.
A veces las cosas grandes llegan primero que las pequeñas. Ana ya lo entendió.