NAIRO Y RIGO, UN GIRO A LA GLORIA
Ambos partieron desde muy abajo para llegar tan alto. En la carrera de la vida, si en ellos no habitasen esos sueños y esos deseos inmensos de superación, tal vez uno estaría a esta hora arando el campo yermo de Cómbita, en las montañas de Boyacá, y el otro estaría recogiendo cantinas de leche en la "escalera", en la chiva del tío y vendiendo quintos de lotería por las calles de Urrao, allá en las breñas del Valle del Penderisco, en Antioquia.
Resulta que Nairo Quintana y Rigoberto Urán, esos dos colombianos de a pie de los que hablo, gente llana del campo y del pueblo, llegan hoy a Trieste sobre sus bicicletas voladoras para reclamar el título y el subtítulo de la segunda competencia por etapas más importante del mundo: el Giro de Italia.
Trieste, en el encopetado norte de Italia, a orillas del Mar Adriático. Trieste, vecina de Udine, Venecia y Milán. Curiosamente puerto insigne del comercio de café en Europa. Ciudad de ciencia e investigación, también curtida de polvo y sangre por las batallas de los imperios Romano y Austrohúngaro. Llegan allí dos campesinos colombianos, sencillos y queridos, a plantar bandera.
Con su piel aindiada, arriba Nairo vestido de rosa. Ese muchachito del que los viejos de Cómbita y Arcabuco decían hace 20 años que estaba "tentado de muerto", perseguido por las diarreas, los vómitos y las hemorragias. Ese pequeñín que sobrevivió a la enfermedad y a la vida ruda de los potreros y los filos boyacenses.
Llega Rigoberto, con esa pinta de rockero a la colombiana, que hace 13 años vio caer a su compañero de viajes en bicicleta asesinado por los paramilitares: su Padre. Rigo, el bromista, el espontáneo, el magnético, el que desayuna con "calentao y chicharrón". El que no tiene un segundo para reclamarle con nostalgia a su país aquella orfandad temprana.
Convertidos durante las últimas tres semanas en figuras de la TV y las redes sociales, estrellas brillantes del deporte mundial, ganadores de etapas del Giro, junto al escalador osado que es Julián Arredondo y seguidos por el joven revelación Sebastián Henao y la sombra del TEAM Colombia, de Duarte y Chalapud. Estos muchachos recalan hoy en Trieste y nos regalan el orgullo de su esfuerzo tremendo, de su victoria deslumbrante e histórica. Guerreros de la bici.
Ellos acaban de protagonizar la aventura, la empresa deportiva más exitosa del deporte colombiano del nuevo milenio. Con ese fervor, con esa alegría, con esa tenacidad, con ese desprendimiento por un país que a veces los ignora. Al que le parece poco que esos jóvenes escalen tan arriba en sus máquinas.
Esta banda que a capella alcanzó los picos más altos, afinada y fuerte, merece el aplauso largo y ruidoso de todo el país.