Histórico

Alegría de Darío ilumina a Miravalle en Navidad

06 de diciembre de 2010

La guillotina le cercenó el índice y el corazón derechos cuando trabajaba en el taller de la Editorial Bedout. Pero esto no es impedimento para que Darío fabrique 230 faroles que iluminan su edificio y ya son un símbolo de la Navidad en Belén Miravalle.

Lleva 35 años en la calle 32BB con carrera 78A de este barrio del occidente de Medellín y nunca los vecinos han visto apagada su casa. Siempre las velas pegadas a tablas, en acera y en muros de la fachada.

Y desde 2003, cuando su hermano Humberto le enseñó a hacer faroles, el edificio de tres pisos en que vive con su esposa, Ana Ruby Toro Escobar, y algunos hijos, parece la calle de un viejo pueblo, en la que las luces salen por huequitos de colores de cajas negras.

Empezó con 30 faroles. Arranca en febrero, trabaja todo el año y cada 7 de diciembre los enciende. A las 2:00 o 3:00 de la mañana los guarda, uno dentro de otro, y luego para una caja. Al año siguiente agrega unos nuevos a su colección. Y así, hasta que superó los 200.

A sus 82 años, Darío Acosta Gaviria declara con sencillez: “soy feliz con eso”. Feliz porque su hobby reúne a sus cinco hijos, tres nietos y vecinos. Los faroles los arma solo, pero sus familiares le ayudan a pegarlos en muros, escalas y a colgarlos en alambres que penden de parales.

Las resmas de cartulina y el papel globo los compra en el centro. Salen baratos, según él. Corta los cuatro lados del farol, abre las ventanitas con bisturí, pega el papel a modo de vitral y une los lados.

Armado el farol, en el fondo va una lata que consigue en litografías “porque son suavecitas y fáciles de manejar. Esas de tarro de galletas no las maneja nadie”, comenta entre risas este patriarca.

Y sobre la lata piedritas, para que el viento en sus danzas no desbarate el farol y este no se queme, como sucedía con unos que vendían cerca del cementerio de Miravalle, según recuerda Darío.

Compra también 600 velas. No se ha acabado una cuando ya su remplazo está encendido.

Los vecinos pasan y admiran su trabajo. “Me dicen que por qué no hago pa’ vender. Pero no. Yo les pongo mucha curia y no me dan por ellos lo que valen”.

Por eso mejor les enseña su arte a hijos, nietos y vecinos y les regala algunos ejemplares.

Su hijo Luis Fernando afirma que su padre “ya tiene un nombre” en la cuadra, y explica que más que la devoción por la Virgen, su pasión por los faroles se debe a su amor por el ambiente navideño.

A las 5:00 de la tarde de este martes 7 de diciembre, la casa de Darío será de nuevo el punto de la reunión familiar. Llegan una hija de Belén Los Alpes y otra de Bello. Los otros viven en Miravalle.

Él ya tiene todo listo y los espera con la misma alegría de siempre. Eso sí, que le lleven el ron que tanto le encanta.