Niños aprenden a punta de maíz y fríjol
El tablero y la tiza dejaron de ser hace rato la única forma de transmitir conocimiento.
A diferencia del campo donde los computadores no son muchos, en la ciudad Internet es una herramienta disponible incluso en las casas de los estudiantes.
Pero los pequeños de zonas rurales ganan en laboratorios naturales, que en escuelas como la Fernando Hincapié Tascón son bien aprovechados.
Pese a que para llegar a ella no hay que recorrer mucho trayecto de la vía que de Giraldo conduce a Buriticá, en la Fernando se respira aire fresco y el ruido de los carros no alcanza a perturbar las clases.
Son 24 alumnos que liderados por su profesor Samuel Arturo Manco, aprenden diferentes áreas por fuera del salón.
La emoción de recibir extraños a su institución los hace sentir que sus proyectos valen la pena.
Samuel, nativo de la vereda y con 31 años en la institución, sostiene con orgullo una página del periódico en la que su proyecto pedagógico musical fue registrado en el año 2007.
Con instrumentos los pequeños, que en ese entonces eran 35, cantaban y bailaban el bunde, música folclórica de Giraldo.
El bunde no ha dejado de sonar por los corredores de la institución, sin embargo una huerta se suma a las metodologías activas de la escuela.
Fue hace año y medio cuando comenzaron a sembrar maíz, frijol, cebolla y zanahoria a un costado de la vieja casa.
Son cuatros padres de familia quienes por turnos semanales se encargan de cultivar los diferentes productos que van sembrando por temporadas.
En lo económico no ha salido como se esperaba pero se sigue sosteniendo por su componente pedagógico, contó Samuel.
Con el producto de las cosechas, Lilia del Carmen cocina el almuerzo que se entrega a eso de las 12:30 del día.
También venden una parte y el dinero se destina para el restaurante escolar, al que en ocasiones lo que llega no es suficiente.
Como a veces los costos del producto están tan baratos en el mercado "preferimos repartirlo para las casas de los pequeños", contó el profe.
La huerta además de alimentar es el lugar donde los pequeños que han crecido entre cultivos pasan gran parte de su jornada escolar.
Como con la música, las plantas sirven para enseñar matemáticas, artística y ciencias naturales.
¿Tengo tantos kilos de frijol y en el pueblo vendí otro tanto, cuántos me quedaron?
Suma, resta, división, multiplicación, las operaciones se refuerzan con ejemplos cotidianos de la vida campesina.
El área y perímetro de la huerta lo sacan con pasos que después convierten.
Con los más pequeños las figuras geométricas, como el rectángulo, la forma que tiene la huerta.
Estos no pueden calcar, su tarea de artística consiste en dibujar una planta tal y como está frente a sus ojos.
Y en las ciencias naturales, fenómenos como la lluvia también son analizados con el cielo del corregimiento de Pinguro, donde se alza la vieja casa.
El tradicional educador decidió salirse de las aulas esta vez apostándole a un proyecto no solo pedagógico sino productivo y muy alimenticio.