No podemos regresar al pasado
Fernando Carrillo, quien fuera hace casi dos décadas el líder de la séptima papeleta que llevó a la expedición de la Constitución de 1991, y el ministro más joven después de Luis Carlos Galán, es hoy el subdirector de la oficina del BID en Europa con sede en París.
Fue invitado recientemente a clausurar los foros "Piensa Colombia" -organizados por el Congreso- donde estuvo al lado del presidente Álvaro Uribe.
Su intervención, dedicada a examinar los escenarios futuros de Colombia como actor global, generó elogios del presidente Uribe, por la visión futurista que planteó.
Usted, uno de los grandes expertos en reformas judiciales en América Latina, ¿qué opina de la reforma de la justicia propuesta en Colombia?
"Las prioridades en el campo de la reforma del sistema de justicia a nivel mundial no apuntan a los mecanismos de selección de los magistrados de las altas cortes sino al fortalecimiento institucional para mejorar el acceso a la justicia y la prestación de ese servicio público.
Tampoco puede ignorarse que la reforma de la justicia es una reforma política por excelencia; óigase bien, política no partidista. De tal forma que quien pretende ignorar la dimensión política de la reforma de la justicia es por decir lo menos bastante ingenuo. La debilidad de las instituciones políticas se va a reflejar con claridad en las instituciones judiciales".
¿Cómo funciona en el mundo moderno la selección de magistrados de las altas Cortes?
"No hay un mecanismo perfecto que pueda ser aplicado a diferentes sistemas de justicia. Lo único cierto es que la cooptación, por ejemplo, ha sido el sistema que ha demostrado la menor eficacia para seleccionar jueces, si se trata de evitar el clientelismo, el corporativismo, la ineficiencia y el aislamiento del poder judicial de los otros poderes del Estado.
Regresar al pasado no debería ser una opción. Es una paradoja, pero en Colombia nunca la justicia fue tan dependiente del Ejecutivo como cuando regía ese mecanismo. La intervención del Poder Legislativo en los nombramientos de magistrados, hoy tan criticada, no puede esgrimirse como causal de la politización de la justicia y por ende pretender eliminarla. Con ese mismo argumento habría que acabar entonces con el Congreso, por la crisis que atraviesa.
Por el contrario, el Congreso hay que fortalecerlo y modernizar la política para que las instituciones de la democracia jueguen un rol preponderante en los escenarios de la gobernabilidad de Colombia".
Pero la justicia sigue fallando.
"La apuesta que hicimos en 1991 fue convertir el derecho en una herramienta democrática dirigida a promover cambios para hacer efectivos los derechos de los colombianos y al mismo tiempo garantizar la seguridad jurídica necesaria para la inversión y el crecimiento. Llenar el derecho de contenido social ha sido uno de los grandes logros de la Corte Constitucional y allí no puede admitirse retroceso alguno.
Hay una gran reforma pendiente y es la transformación del recurso humano involucrado en la administración de justicia. Allí hay una gran labor para realizar por parte de las facultades de Derecho, los colegios de abogados y los jueces. En el caso de estos últimos, porque la labor del juez trasciende su simple labor de aplicar literalmente la norma y va más allá de unas ritualidades que han hecho inoperante el derecho elemental de acceso a la justicia".
Un país con mucho por decir
¿Cuál sería el diagnóstico de la situación de Colombia frente a la globalización?
"Colombia le ha apostado mucho a la globalización económica pero poco a la globalización política. El país tiene muchas fortalezas para llegar a convertirse en el mediano plazo en un actor muy importante dentro del ajedrez global. Para ello se requiere un giro de 180 grados en su política exterior, pues podemos levantar la voz con fuerza en temas cruciales dentro de espacios globales, donde aún no ocupamos el sitio que nos correspondería.
¿Cuáles son las características de esa globalidad política?
"Hoy no son necesariamente las potencias económicas o militares quienes tienen el protagonismo, sino nuevos actores que han fragmentado el ejercicio del poder global que antes era casi monopólico. Hoy hay nuevos equilibrios de poder y los liderazgos van marcados por la forma como los Estados son capaces de manejar sus problemas internos. Temas como la promoción de la democracia y la lucha contra la desigualdad son asuntos de preocupación internacional. (...) Se requieren políticas de Estado que se anticipen a que lo global nos tome a la fuerza. Colombia va a requerir de batallones -no de soldados- sino de diplomáticos profesionales que salten a los escenarios multilaterales y bilaterales a multiplicar nuestra presencia global.
El juego político y diplomático puede facilitar los avances de la globalización económica. Otros países de la región como Brasil y México preparan sus cancillerías para las batallas que vienen".
¿Qué puede mostrar Colombia a nivel global?
"Colombia ha mostrado grandes fortalezas en manejo macroeconómico, una gran tradición civilista y democrática y unos avances en materia de garantía de los derechos fundamentales de los ciudadanos, gracias a la Corte Constitucional.
En materia de seguridad democrática como de seguridad ciudadana hay muchas lecciones que hemos aprendido como para transmitirlas a países dentro de nuestro vecindario, como a otros que enfrentan coyunturas parecidas a la nuestra frente al tráfico de droga, el terrorismo y el crimen organizado.
Con Malcolm Deas, profesor de la Universidad de Oxford, hablábamos de la importancia de llevar esta experiencia a Afganistán, donde el número de muertos supera las bajas de la guerra de Irak. En este y en otros temas se requeriría de una capacidad política y diplomática que hay que construir si queremos jugar globalmente".
¿Qué acciones específicas recomendaría?
"Un caso muy concreto es la entrada de Colombia a la OECD -el tanque de pensamiento más importante del mundo en materia de políticas públicas- como meta de mediano de plazo. Por iniciativa del embajador en Francia se ha incorporado el país al Centro de Desarrollo de esa organización. Pero son más de 10 instancias y comités a las que Colombia podría acceder para tener una membresía completa. México lo es hoy y Chile y Brasil están en la fila para entrar. Temas como la ayuda al desarrollo, las políticas sociales, la competencia, la gobernabilidad democrática, la lucha contra la corrupción, el desarrollo territorial, las acciones contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo son aspectos cruciales del mundo del desarrollo que se ventilan en esa institución. Para jugar en las grandes ligas, Colombia debería estar allí. Estamos llegando a un punto en que Colombia va a poder recuperar una agenda de transformaciones políticas y sociales que le quiso rapar la guerrilla durante varias décadas".