Obama, ¿el gran mulato?
La elección del primer presidente mulato de Estados Unidos me ha llevado a revivir el tema del "gran mulato", de que habló Fernando González, en la misma línea de la "raza cósmica" de José Vasconcelos, del "hombre real" de José Martí, o del "alma común" de Alfonso Reyes. "El objeto de continente nuevo y antiguo es mucho más importante. Su predestinación obedece al designio de construir la cuna de una raza quinta en la que se fundirán todos los pueblos", dice Vasconcelos.
¿Es Barack Obama, así no sea sino metafóricamente, un válido exponente de la utopía del "gran mulato"? Por supuesto que no. El sueño de una nueva raza que surgirá en Latinoamérica presupone un largo cocimiento de razas en el mestizaje propiciado en la América hispana por la mezcla del español, el indio y el negro. En Estados Unidos no se da la forja de la nueva raza porque no hubo históricamente mestizaje al estilo del que se vivió al sur del Río Grande. Por eso, así sea tan meritorio y tan significativo que haya llegado a la Casa Blanca un afroamericano, no se puede decir que ello implique la plena reivindicación del negro americano, el de La Cabaña del tío Tom, el de Raíces.
Con Obama, hijo de una estadounidense y un emigrante kenyano, no llega al poder un verdadero descendiente de los esclavos que han hecho parte de la historia del país del norte y para quienes todavía existe animadversión y discriminación. El fin del racismo, en un mundo en el que se reproducen interminablemente las cabezas de la hidra del fascismo y la xenofobia, por desgracia todavía está lejano.
Hay que felicitarse, pues, por la victoria del candidato demócrata y la derrota de los republicanos en Estados Unidos, pero no hay que perder el sentido de las proporciones. Me gusta Barack Obama. Me alegra su triunfo. Creo que es histórico que haya llegado a la presidencia de Estados Unidos no propiamente un negro, sino un mulato, hijo de padre africano y madre blanca. Estoy feliz de que con Obama quede atrás la nefanda era de George Bush y de que un relámpago de cambio y esperanza ilumine el panorama sombrío del imperio en decadencia. Pero me parece torpe e ingenuo echar las campanas al vuelo por lo ocurrido en Estados Unidos. Bueno es Obama, pero no tanto. La obamanía es un síntoma de la irredenta dependencia de Estados Unidos que ha impedido precisamente que el "gran mulato" deje se ser un sueño imposible de nuestras descaecidas naciones.
Yo supongo que la condición racial de Obama lo llevará a hacer un gobierno abierto al multilateralismo, sensible a la multietnicidad, pluralista y menos impositivo, más inclinado a la paz que a la guerra. Pero no hay que olvidar que no por negro, Obama deja de ser gringo. No hay que hacerse muchas ilusiones. El saludable aire de cambio que llega con el presidente demócrata electo, seguramente cambiará el tono y el estilo de actuar por parte del nuevo inquilino de la Casa Blanca, pero muchas cosas seguirán siendo las mismas. Como nuestra ancestral dependencia. No confundamos la libertad con el cambio de amo, como decía precisamente Fernando González, citado al principio: "Cuando un país es colonia por dentro, confunde la libertad con el cambio de amo".
¿Cuándo nacerá realmente el "negroide", el "gran mulato", el "gran mestizo americano"?