Olimpiadas inclusivas, una tarea titánica
La Secretaría de Educación de Medellín trabaja en unas olimpiadas del conocimiento más equitativas.
Hay una gráfica. Son tres círculos marcados como rabia, alergia y fiebre tifoidea. Se intersectan el uno con el otro: fiebre tifoidea con alergia y con rabia y así cada uno. Además, hay un punto donde se encuentran todos, un espacio donde confluyen los tres.
¿Le quedó claro? Si no, pues podría mostrarle la gráfica, siempre que usted pudiera ver, pero ese no es el caso de Xiomara Andrea Franco Hincapié, estudiante de décimo en la Institución Educativa Francisco Luis Hernández Betancur o Ciesor, como se le conocía antes, por su enfoque en la educación de estudiantes ciegos y sordos.
Xiomara tiene 19 años, pero hace 15 que no ve. O no ve todo y no lo ve bien, mejor, pues tiene baja visión.
Este año se enfrentará a una de las pruebas creadas para revisar la calidad de la educación que se imparte en Medellín, pero también una oportunidad de alcanzar una beca universitaria: las Olimpiadas del Conocimiento, ese es su reto.
El de la Secretaría de Educación, por su parte, es lograr una competición más equitativa.
"Lo que queremos es mirar cómo se adapta la prueba, tanto en el fondo como en la forma, para estos estudiantes con necesidades educativas especiales", explica el coordinador de las Olimpiadas del Conocimiento 2013, Ramón González.
El piloto es simple: se les presenta a los estudiantes la prueba del año pasado, sin adaptar, tal cual se diseñó, para poder identificar las problemáticas. "No queremos partir de supuestos", dice Oslber Mauricio Ortiz Hernández, de la Escuela del Maestro y uno de los responsables de este proceso.
Ya lo ha hecho en salones y sabe que hay un asunto importantes que atender, un problema común para ciegos y sordos: los gráficos en las preguntas de matemáticas.
Eso sin contar las complicaciones que presentan unos y otros por separado.
"Lo importante es que al realizar estos pilotos podemos evidenciar y tomar las correcciones permanentes", agrega.
Frente a la prueba
El simulacro en el Ciesor tiene cinco estudiantes. Dos ciegas: Xiomara Andrea Franco Hincapié y Estefanía Escudero Bedoya; y tres sordas: María Daniela Escobar, Katherine Marulanda y Kelly Johanna García, todas de décimo.
Alguien les tiene que leer, advierte Walter Gabriel Vélez Ramírez, profesor de Filosofía en la institución educativa.
El ejercicio consta de cinco preguntas de matemáticas y cinco de lenguaje. La prueba real tiene 48 preguntas, 24 en cada una de estas dos áreas del conocimiento que evalúan las Olimpiadas.
Primera pregunta: "En una clínica hay 50 pacientes con enfermedades zoonóticas (enfermedades transmitidas por animales), la siguiente gráfica registra información sobre pacientes con tres tipos de estas enfermedades..."
Oídos atentos en una mesa, la de Xiomara y Estefanía, cabezas inclinadas hacia la voz que intenta explicar lo más claramente posible los tres círculos intersectados.
"El cuento es frente a las gráficas, porque hay que describírselas. Ese es el reto. Si es tridimensional aún más", opina Vélez Ramírez.
Si hubiera más tiempo, agrega, se podrían usar herramientas como planchas de caucho, geoplanos o ábacos.
Esta prueba tiene una duración de dos horas, tiempo en el que los estudiantes deben responder las 48 preguntas.
"En un piloto pasado, con un salón de 40 estudiantes sordos, nos tardamos el doble", cuenta Oslber Mauricio.
Con ellos explicar la gráfica no es problema, pero hay palabras difíciles de convertir a la lengua de señas, como probabilidad, que no es lo mismo que porcentaje o posibilidad.
En silencio
En la mesa de María Daniela, Katherine y Kelly la atención está puesta en las manos y gestos de Alejandra Molina, la intérprete, la encargada de convertir las preguntas en español en la lengua de señas colombiana.
"Hay términos específicos que no existen y que hay que interpretar, eso complica la situación, además sería mejor si los intérpretes tuvieran acceso a las preguntas con anterioridad, para prepararse", dice.
Parece más ágil, sin embargo, para los sordos. Van en la cuarta pregunta de matemáticas mientras que en la mesa las palabras no fueron suficientes para entender el gráfico y hubo que recurrir a la plancha de caucho. Se advierte, entonces, que quien le lea a los ciegos debe estar entrenado en el manejo de estas herramientas.
"Esa adaptación que tiene como metodología ensayo y error", explica González.
Las preguntas de lenguaje también tienen sus retos. Xiomara señala el primero: "La bulla distrae mucho y no permite oír bien lo que nos están leyendo".
En este caso la lectura es Desquite, un cuento de ocho párrafos de José Saramago. Necesita un lector atento, que advierta que el texto tiene palabras subrayadas y el dato de los párrafos no es insignificante, pues hay preguntas que vuelven a alguno de estos en específico.
"Es sencillo para quien ve, volver a ese párrafo, pero para un ciego no", argumenta la profesora María Yolanda Serna.
Además, como lo advierten tanto el profesor Walter como la intérprete Alejandra, le lengua de señas no se escribe. No usa la corrección gramatical del español. Eso sin contar que hay sinónimos que corresponden a una sola seña, así que preguntas sobre estos son bastante complejas.
"Además, también nos deben advertir sobre las palabras resaltados o subrayadas, para podérselas decir a los estudiantes, para que las tengan en cuenta", agrega Alejandra.
Conocer con anterioridad el texto, además, les permitiría prepararse frente a palabras desconocidas.
Fin de la prueba. Va más de una hora. Xiomara y Estefanía contestaron 8 preguntas, tres de matemáticas y cinco de lenguaje.
María Daniela, Katherine y Kelly respondieron las 10. Once realmente, pues María Daniela, animada, pidió una más, quería seguir la prueba.
"Me gusta, es una manera de aprender, de practicar. Y los sordos necesitamos tener estas experiencias como los oyentes ya la tienen", expresa.
Aquí se enfrentaron solo cinco estudiantes, pero el reto será este 28 de mayo, cuando se realice la primera prueba en la que participan 90.000 estudiantes de las instituciones públicas y privadas de Medellín, de allí saldrán 3.600 estudiantes clasificados a las semifinales.
"Esperamos que este año haya un número representativo de estudiantes ciegos o sordos entre esos 3.600", señala el coordinador de las Olimpiadas. La meta es superar los cuatro clasificados de las pasadas semifinales de 2012.
Lo importante, reconocen los funcionarios, es que han descubierto puntos a mejorar: hay asuntos de forma, como el tiempo, los audios y los gráficos que tiene que ser atendidos. "También hay que revisar el diseño de la prueba así como el lenguaje que se utiliza", agrega Ortiz Hernández.
También encontraron que quién lea debe ser experto en el asunto, tanto en matemáticas como en lenguaje, para que se haga una lectura correcta.
"Pero esto es un proceso dinámico. No es que para este 28 de mayo todo vaya a estar a punto, pero de allí vamos a aprender para ir adaptando mejor estas pruebas de cara al futuro", concluye Oslber.