Intercambio de parejas
Hace días me preguntaron, a quemarropa y sin anestesia, si estaría dispuesta a ir a un bar swinger. Busqué en mi Google interior la definición de eso tan raro, que a duras penas sé de qué se trata. Encontré el significado y, consciente de que enseguida vendría el infaltable por qué, procesé a mil por hora mi respuesta.
Me armé de valor para sonar muy segura, a riesgo de parecer la más cavernícola del planeta. ¡Claro que no! -Dije- porque nací, crecí y voy pa' vieja que me las bogo, convencida de que en la vida tenemos un código moral del que no deberíamos desviarnos y aunque les parezca increíble a los ultramodernos del día, los arcaicos no hemos necesitado de los inventos de la cultura relativista para disfrutar la vida a plenitud.
Para los que están más atrasados de noticias que yo, un bar swinger es un lugar adonde van parejas "estables", valgan las comillas, que pueden ser heterosexuales o mujer-mujer, no hombre-hombre, a bailar, tomarse unos tragos y acabar haciendo un intercambio sexual, es decir, acostándose unos con otros, o todos contra todos, a la vista de todos, cual trueque corporal.
Conviene aclarar que no es obligación y que los visitantes pueden dedicarse sólo al voyerismo, o sea, a mirar vitrinas sin comprar nada en el almacén.
¿Tiene algún sentido, distinto al morbo? Los pudorosos seguiremos pensando que hay situaciones que se viven entre dos, por naturaleza, y que de ahí para allá es orgía.
Como si fuera poco, ahora los after party de los colegios también incluyen la práctica de sexo en la modalidad swinger, acompañada de licor y otras sustancias peligrosas. Seguro ni se dan cuenta los muchachos de lo que hacen en sus fiestas.
Esta extravagancia social de moda, el intercambio de parejas, es una oferta más dentro del catálogo del sexo utilitario, una propuesta insana que atenta contra la estabilidad de las relaciones y propende por su degeneración, por la extinción absoluta del respeto y de la dignidad del ser humano.
Tal vez me tilden de moralista y retrógrada, pero no me importa. Quien lo considere tan normal y edificante, bien pueda irse el próximo viernes con un buen combo para un bar swinger.
Eso sí, no deje por fuera de tan valiosa experiencia a nadie de sus afectos: invite a su mamá, a sus hermanas, a su esposa, a sus sobrinas, a sus más queridas amigas, con sus respectivas parejas, y dispóngase a tener recuerdos inolvidables de una noche de lujuria, degradación y riesgos.