Histórico

Participación ciudadana en momentos de crisis

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01 de septiembre de 2010

En los principales centros urbanos de Colombia y de otros países se vive una difícil y compleja situación de orden público, por la acción de toda clase de bandas delincuenciales que se han venido incubando durante varios años en los barrios y comunas, promovidos por todas las modalidades del negocio ilícito de las drogas y por arraigados conflictos de carácter social que, no obstante los esfuerzos ingentes de las autoridades por aumentar los controles y por brindar mejores oportunidades de vida a los ciudadanos, no se logra superar, ni siquiera disminuir, la sangrienta ola de violencia y de descomposición.

Medellín en particular experimenta una preocupante y dolorosa situación de inseguridad en la que son frecuentes los hurtos callejeros, el secuestro exprés, el cobro de vacunas, no sólo a comerciantes y transportadores, sino a toda clase de personas y, como hecho inverosímil, a algunos docentes para permitirles acudir a sus aulas.

Cada día que pasa la ciudad se ve más comprometida en hechos de sangre y de intranquilidad: los tiroteos entre bandas son frecuentes en algunos sectores, los toques de queda impuestos por los violentos, las amenazas, el expendio y consumo de drogas, y los atracos a mano armada son el denominador común; la imposición de fronteras delimitando territorios, el aumento del desplazamiento intraurbano, la deserción escolar, las dificultades para atender el transporte de pasajeros y de suministros, se constituyen en hechos cotidianos muy graves que generan desasosiego e incredulidad entre los ciudadanos, máxime cuando la justicia no es eficiente ni eficaz, la impunidad es casi total, se presume la corrupción de algunos miembros de la fuerza pública, y todo ello aunado a la ley del silencio y del más fuerte, convierten la situación en calamitosa .

Los llamados de urgencia del Alcalde de la ciudad al Gobierno nacional para que se adopten medidas extraordinarias y de choque que atemperen el avance desmesurado de la criminalidad, permiten colegir que las circunstancias son explosivas y que requieren decisiones de fondo que no se encuentran dentro de las competencias de las autoridades locales, sino de las nacionales, para lograr la recuperación de la seguridad y el bienestar que todos los habitantes requerimos.

Confiamos en que la presencia reiterada de altos funcionarios del nuevo gobierno y del mismo Presidente y enterados de la situación y de los factores criminológicos generadores de los hechos delictuosos en los distintos puntos de la ciudad, no duden en tomar las decisiones y medidas rigurosas que, más allá de aumentar el número de contingentes de la fuerza pública, propicien reformas urgentes al actual régimen penal y de procedimiento, para que se tipifiquen nuevas conductas delictivas, se judicialice a los menores de edad, se apliquen y cumplan las penas, se prohíba el porte y venta de armas y se suspendan algunas garantías que están llevando a una total impunidad.

Igualmente se hacen necesarias más acciones que rompan el círculo vicioso de la inequidad y la criminalidad, posibilitando a los jóvenes el acceso a empleos dignos y justos, a una educación gratuita y pertinente, a una salud con calidad y a un sano esparcimiento.

Para la búsqueda de las soluciones debe contarse también con todas las fuerzas vivas de la sociedad, como la Iglesia, los empresarios, comerciantes, gremios, sindicatos, docentes, padres de familia, estudiantes, organizaciones sociales y medios de comunicación, sin olvidar la participación activa de las comunidades como elemento esencial y aglutinante.

Existen experiencias exitosas que se deberían retomar, como el “laboratorio de paz del Oriente antioqueño”, con el que se lograron importantes avances de paz, de concertación ciudadana y de interacción con las autoridades que legitimaron su accionar en esa subregión del departamento tan golpeada por la violencia.

En el actual momento de crisis, Medellín requiere para su gobernabilidad y seguridad, contar con toda la sociedad civil para hacer ver a los violentos lo equivocados que están, mediante espacios de reflexión comunitaria, de construcción democrática y de elevado espíritu solidario, que nos impulsen a asumir todos los retos para la elaboración de tejido social y que nos faciliten luchar conjuntamente en la superación de las causas estructurales que actualmente incentivan la descomposición social y la violencia, en detrimento de una armónica convivencia.