¿POR QUÉ OPONERSE AL ABORTO?
En las últimas semanas el debate del aborto ha ocupado nuevamente las agendas noticiosas y como siempre ha dividido a la opinión pública de nuestro país.
Oponerse al aborto no significa poner ciegamente el grito en el cielo por un acto con el que no se está de acuerdo. Significa tener conciencia de que todos los seres humanos hemos tenido en nuestras primeras semanas de vida, el tamaño de un granito de pimienta aparentemente insignificante pero donde ya estaban codificados nuestro sexo, color de piel, facciones e incluso algunos detalles de nuestro carácter.
Este material genético se fue desarrollando en nuestros primeros meses con una enorme velocidad hasta hacernos las personas que somos ahora. Ningún ser humano se ha saltado esa etapa de su vida.
“Aceptar el hecho de que tras la fertilización un nuevo ser humano ha comenzado a existir, no es una cuestión de gusto u opinión”, decía Jèrôme Lejeune, médico francés que descubrió el Síndrome de Down.
“La naturaleza humana del hombre, desde su concepción hasta su vejez, no es una disputa metafísica. Es una simple evidencia experimental”, aseguraba el genetista.
Antes de cumplirse las doce semanas de embarazo (momento en el que para muchos inicia la vida) el bebito ya puede agitar sus brazos y piernas, tiene una nariz y orejas bien formadas, un corazón que late, que está dividido en cuatro cavidades, unas neuronas que, en la décima semana aumentan en 250.000 por minuto.
Tiene sus deditos separados con uñas y huellas dactilares y tiene en su piel un poquito de vellosidad.
Sus intestinos van tomando la posición adecuada, reacciona si su madre se toca el vientre y también se chupa el dedo. ¿Es este un ser sin vida?
Oponerse al aborto significa además velar por la salud y el bienestar de las mujeres.
Hace un par de años conversaba con Monika Rodman , quien dirige en Italia un proyecto de reconciliación para personas que han abortado.
Me decía que esta práctica deja como consecuencia un “luto prohibido” porque no es socialmente aceptado.
Por lo tanto estas mujeres a veces no tienen con quién conversar ni sanar esta herida que puede brotar, casi siempre, años después con las manifestaciones del síndrome post-aborto: depresión con riesgo de suicidio, sentimiento de culpa, empeoramiento de algún cuadro siquiátrico en caso de que lo haya tenido y el trastorno de la conducta que muchas veces la puede llevar a escaparse en el abuso del alcohol, las drogas y comportamientos autodestructivos.
¿Nos preocupa la violencia intrafamiliar?
Difícilmente una mujer que no sana esta herida podrá ser una buena guía para su familia.
Una educación para el amor basada en principios de fidelidad, señorío de sí mismo, saber esperar el momento y la madurez adecuada para iniciar la vida sexual son medidas que requieren más esfuerzo y compromiso pero que hacen ver que la solución a este problema debe estar siempre del lado de la vida y nunca promoviendo la muerte.