¿Por quién votar?
Nos encontramos en la etapa final del proceso que nos permitirá elegir nuevos senadores y representantes, para que de una vez por todas descansemos de tener un Congreso de la República que se ha caracterizado por su ilegitimidad como consecuencia de los escándalos de corrupción y por haber alcanzado la mayoría de sus miembros una curul a través de alianzas con actores que durante décadas han tenido en jaque al establecimiento y bañado de sangre el territorio nacional con el exterminio indiscriminado de servidores públicos y de ciudadanos inermes, especialmente humildes campesinos.
El pueblo colombiano está convocado para el día 14 de marzo, fecha en la que de manera libre y con la convicción patriótica que el evento amerita, podrá escoger a sus mejores representantes para que integren la nueva célula legislativa para el período constitucional comprendido entre el 2010-2014.
Por estos días los diferentes medios de comunicación pasan los mensajes de los candidatos y los espacios públicos y privados comienzan a ser invadidos por toda clase de publicidad política en la que muestran a aspirantes posando y enseñando el logo y el número en el tarjetón, además de una que otra frase de combate; pero desafortunadamente las mismas dan cuenta de la inexistencia de ideología y sobre todo de la pobreza conceptual de los programas que esgrimen, los que no inspiran la más mínima atención ni sugestión y mucho menos encienden el fervor y las emociones de sus eventuales electores.
En el panorama nacional no se advierte entre los aspirantes al Congreso ningún líder que esté descollando por sus ideas, que sea convincente y sobre todo que genere suficiente credibilidad; lo que encontramos es una cantidad de candidatos que oscilan entre serios y charlatanes, entre bien intencionados o con intereses oscuros y mal acompañados.
Por ello debemos dejar la desidia y tomarnos el tiempo suficiente para conocer a los candidatos y sus programas, ya que, con la responsabilidad que nos atañe como ciudadanos, no podemos desaprovechar la oportunidad que nos brinda la democracia de participar en forma activa y directa en la conformación de un excelente cuerpo legislativo, al que lleguen los mejores y más preparados hombres de la patria, capaces de estudiar y aprobar por encima de intereses personales o gremiales importantes leyes y actos legislativos que permitan brindar un mejor estar a todos los colombianos.
Dejarse conquistar por los mercaderes de la política, por oportunistas y testaferros que buscan comprar nuestro voto, con la entrega de un mercado, un televisor, unos cuadernos, una botella de aguardiente, de unos devaluados pesos o con promesas irrealizables, etc., es vender la conciencia y el futuro, porque además de perder la dignidad, es hacerse a cuatro años de olvido, remordimiento y penurias, y lo más grave: es seguir patrocinando y enraizando en nuestro medio la política malsana, rastrera, mentirosa, irrespetuosa y delincuencial que tanto daño le hace a la democracia y que tanto aleja la solución integral de nuestra problemática social.
Debemos eso sí votar por candidatos idóneos y probos, en cuyas campañas formulen programas que estén bajo la órbita de su competencia, serios, factibles y coherentes con la realidad nacional y que, una vez elegidos, estén dispuestos a defender.
Vale la pena depositar el sufragio a favor de candidatos que se distingan por realizar una campaña sin presiones, con respeto, transparencia, con financiación y contabilidad ceñidas a los parámetros legales, que permitan conocer quiénes son sus aportantes, sus asesores y colaboradores, es decir, una campaña abierta, de cara al escrutinio de los organismos de control y de la Fiscalía, de los medios de comunicación y sobre todo de la comunidad en general, porque de esta manera todos ganamos y se engrandece el ejercicio de la política para que logre alcanzar legitimidad y credibilidad.