Primavera silenciosa
Hace unos pocos años, mi familia se mudó a un lugar tranquilo, con árboles, frutas, pájaros y hasta una pequeña quebradita. Este lugar tiene la fortuna de no estar muy lejos de la ciudad... ¿O es esto un infortunio?
Recuerdo particularmente la bandada de guacamayas bandera que pasaban sobrevolando el techo de mi casa, haciendo ese hermoso sonido, esa elegante invitación a salir a ver su majestuoso vuelo sobre el valle. Recuerdo llegar un día y ver este grupo de nueve o diez guacamayas jugando en un hermoso tulipán africano que quién sabe cuántos años tardó en crecer a la entrada del barrio, hasta que el crecimiento de la ciudad se apoderó de él en nombre del desarrollo.
Un conjunto residencial que se construyó en aquel lote fue el culpable de convertir a este grupo de hermosos animales en una familia de desplazados más en nuestra ciudad.
Ya sólo se escuchan a lo lejos, donde todavía quedan algunos guaduales y otros árboles altos donde pueden continuar con su cortejo y con su alegre canto, pero que nadie puede asegurar estarán para prestarles el mismo servicio a sus descendientes.
Todo esto me recuerda aquel libro escrito por la bióloga estadounidense Rachel Carlson llamado " Silent spring " ( Primavera silenciosa , en inglés). Carlson fue una de las primeras personas en advertir el impacto que tienen los pesticidas en los ecosistemas (entiéndase como crecimiento urbano, en nuestro caso), y como todo innovador, fue criticada por fantasiosa y alarmista.
Lo cierto es que hoy en día se considera como el primer libro divulgativo sobre ecologismo y el catalizador de la concientización ecológica en el mundo. Como muchos sabrán, en los países con estaciones la primavera se espera con ansias, ya que significa el regreso a la vida de la naturaleza, el despertar de un sueño gélido de tres o cuatro meses. Se imaginan el terror de los habitantes de estas regiones cuando las criaturas que anuncian la llegada del cálido sol, no estuvieron allí para cantar, trinar, croar, etc.?
El benigno clima de nuestra ciudad permite que haya flores y pájaros todo el año, pero nos oculta el verdadero significado -terrenal, palpable- de "resurrección" que viene implícito en la palabra "primavera". La misma Real Academia Española la define como "tiempo en que algo está en su mayor vigor y hermosura".
Medellín, con tan sólo 335 años está en su "primavera", eso no lo podemos negar. Ahora piensen ustedes, ¿qué sería de la ciudad de la "eterna primavera"... silenciosa?
Y no es falta de ruido de lo que sufre nuestra ciudad, precisamente. Creo que de eso tenemos mucho.
El problema es que estamos cambiando el trinar del sinsonte por el rugir de los carros, los "libres acentos del hacha" por el terrible sonido de los martillos hidráulicos y el retumbar de las retroexcavadoras y el orgulloso e invitador cantar de las guacamayas por el "pitico" de los ascensores o los citófonos. Mi piel se eriza de sólo pensar en todo lo que hemos perdido y me pregunto: ¿qué sentirán entonces nuestros abuelos? Y se me salen las lágrimas.