¡QUÉ CONFIANCITA!
Preparando una presentación de servicio para uno de mis clientes decidí empezar con esas "colombianadas" que tanta gracia nos causan y que en cierta medida representan parte de la idiosincrasia de nuestro país. Sin embargo, esas curiosidades que se producen las más sonoras carcajadas, al ser analizadas objetivamente, muestran la falta de organización en muchos aspectos de la vida cotidiana y la habilidad para incumplir normas sociales, especialmente las de tránsito.
Estos irreverentes casos de la cultura colombiana también aplican en el servicio al cliente, fruto de hábitos que con el paso de los años empezaron a tomar un lugar especial en el léxico de las personas que están sirviendo al comprador. Este vocabulario se ha convertido en el sello personal de muchas personas y negocios que consideran que utilizarlo representa "calidez" y "cercanía" con el visitante. A continuación, prepárese para recorrer una retahíla de palabras que con seguridad habrá escuchado y quizás por familiaridad hasta pronunciado.
Están aquellas que llevan un fino toque de coquetería como: amor, bizcocho, cariño, chiquita, corazón, linda, mami, mi cielo, muñeca, nena, princesa, reina, y lógicamente pueden tener su respectivo diminutivo haciéndolas más amorosas: amorcito, bizcochito, cariñito, churrito, corazoncito, mamita, muñequita y reinita, que también aplican para el género masculino: bizcocho, corazón, muñeco y mi rey.
Las que se limitan a la relación comercial: Amigo, compañero, doctor, doña, este, jefe, llave, maestro, niña, seño, socio, sumercé, y la de los empresarios de alto riesgo: Patrón.
Otras son sinónimo de cercanía familiar: Compadre, hermano, nonito, papá, papi, primo, tío, tocayo, viejo, y están las que resaltan las características físicas del visitante: Flaco, gordo y hasta loquito.
No faltan las que muestran el manejo de un segundo idioma: Boys, brother, men, miss, míster. Las que muestran la cercanía con los hermanos venezolanos: Carajito, catire, chamo chico y vale, y las propias de las regiones de Colombia como: Bacán, pana, parce, pelao, pingo, pisco, toche y las que tienen su toque animal: Gatita, mono, osito, pollo, sardina y tigre.
Y para terminar, las de moda "pito" y "mita" que combinan familiaridad, coquetería y el diminutivo que lo hace más fácil de pronunciar haciéndolas inolvidables. Todas las anteriores palabras se convirtieron en el reemplazo de: Beneficiario, consumidor, comprador, interesado, parroquiano, público, usuario y de la única e irremplazable "Cliente".
A la fecha no he encontrado un libro, conferencista o formación académica que recomiende faltarles el respeto a las personas de esa manera. Al cliente se le debe llamar "señor o señora" hasta conocer su nombre, no para decirle: Jorge o Gloria sino para decirle: Señor Jorge o Señora Gloria. Parece que algunas empresas y personas consideran que la urbanidad hace parte de la época prehistórica y nadie se preocupara porque el personal trate con respecto y educación al cliente. Esta época se convierte en el momento propicio para iniciar el año dejando atrás esas malas costumbres de faltarles al respeto a quienes visitan la empresa para que con sus compras a usted y a mí nos paguen la quincena.