QUIÉN SIGUE ¿"CHUPETA", "POPEYE", "PININA"?
Mientras el cine y los canales de televisión privados no dejen de producir y exportar esas inmundicias de narconovelas, es inútil que el Gobierno siga gastando millones y millones de dólares en campañas para revertir la deteriorada imagen que, precisamente por las secuelas del narcotráfico, tienen de Colombia en el exterior.
No hay nada qué hacer.
Mientras continúen con ese lucrativo negocio, tendremos que seguir cargando con nuestro estigma y aceptar que más allá de las fronteras nacionales, en cada colombiano seguirán viendo un traficante, un sicario o una prostituta.
Al fin y al cabo, esa es la imagen que de nosotros les están vendiendo.
La nueva serie de Caracol televisión El Patrón del Mal , sobre la vida de Pablo Escobar Gaviria , el más temido narcotraficante del mundo, no solamente es la ratificación de la miseria creativa de los libretistas nacionales, sino también la demostración de que los canales privados van a continuar reciclando basura literaria y reencauchándola para la televisión.
No están dispuestos a soltar ese filón que se encontraron hace un par de años y, por el contrario, lo van a seguir explotando económicamente, sin el más mínimo asomo de pudor o responsabilidad.
Porque el manoseado discurso que les servía de pretexto hace rato que se les agotó. Ya nadie se come el cuento de que lo que hacen es "mostrar la realidad".
No. Bien sabemos que su único propósito es llenarse los bolsillos, otra forma de hacer dinero fácil.
Ahora bien. Nadie desconoce que es normal y, además sano, que la realidad de los pueblos quede plasmada en la pintura, la literatura, el cine y la televisión.
Sin embargo, cuando solamente la parte más sórdida y dolorosa de esa realidad es utilizada como único tema vendedor, es abominable.
El narcotráfico alteró por completo nuestra escala de valores y acabó por desviar el rumbo de nuestro país. No hay derecho entonces a que se siga abusando con tanto desparpajo de ese pernicioso tema, y que en el enloquecido afán de competir por el dichoso rating (léase dinero), utilicen la perturbación, el morbo que despierta ese rastrero y brutal mundo, para garantizar la audiencia.
¿Cómo entender además, que luego de padecer por tantos años las más aterradoras formas de su barbarie y cuando todavía hay tantas heridas que no han podido cicatrizar, se haga de ese aterrador flagelo, un instrumento permanente de recreación?
Es inaudito que se sigan contando esas historias de manera banal. O bien desde el lugar de los asesinos y no desde el de los cientos de víctimas.
¿Quién dijo que la vida del más repugnante y siniestro personaje que ha tenido nuestra historia ameritaba una serie de televisión?
Un desquiciado que lo único que merece es quedar suspendido en el más oscuro rincón de nuestra memoria. ¿Quién sigue "Chupeta", "Popeye", "Pinina"?
P.S. Tan indecente y provocador el periodista Roméo Langlois como el espectáculo que montaron las Farc y el colectivo de amigas y amigos para recibirlo.