Histórico

Rafael Escalona deja de recuerdo un paseo

13 de mayo de 2009

Ya se fue el patillalero que le escribía a todo lo que le conmovía, divertía o extasiaba. Quien encarnaba la esencia misma del vallenato: la de cantarle a todas las cosas de la vida. Fantasías, costumbres, amores, todo.

Sólo 14 días separaban a Rafael Calixto Escalona Martínez de cumplir 82 años. Costeño perteneciente a una generación prolífica, de la que también hicieron parte el pintor Jaime Molina, a quien le compuso una elegía; Álvaro Cepeda Samudio; Gabriel García Márquez...

Éste, por cierto, le dio un honor que tal vez nadie más cuenta: el de aparecer con nombre y apellido, como personaje de Macondo, en Cien años de soledad.

Y con todos ellos, en Aracataca, pensó la necesidad de crear un festival vallenato. Claro que, dicho sea de paso, los cataqueros se quedaron pensando que se realizaría en su tierra, cuna del Nobel; no en la capital del Cesar.

Coinciden muchos cantantes del folklor costeño en que para ellos es un honor grabar alguna composición del maestro Escalona.

Silvio Brito, por ejemplo, dice que él grabó algunas de ellas, como El gavilán, Esperanza, Juana Arias. Aunque si le propusieran que cantara una canción para un disco que se grabara en homenaje al maestro, él escogería La casa en el aire. "Fue compuesta en una época en la que era difícil que imagináramos esas cosas como del realismo mágico".

También coinciden en que era un hombre amigable.

Marina Quintero, la profesora de la Universidad de Antioquia, quien incursionó en la música recientemente, con un trabajo en el que incluyó dos temas de Escalona -La mariposa del río Badillo y Mariposa bonita-, resalta que uno de sus legados es el amor. A las mujeres, claro, pero también a la Naturaleza y a los amigos. "Recordemos que cuando se fue de cónsul a Panamá, escribió en una canción: "Dejé enfermo a Poncho Cotes, pedazo del alma mía".

Y nadie olvida tampoco que en la mencionada Elegía a Jaime Molina, cuenta de una amistad tan grande entre él y el pintor, que se prometieron que si Escalona moría primero, el otro le pintaría un cuadro; y en caso contrario, el compositor le haría un son. Y en ese momento, muerto su amigo, hubiera querido que éste hubiera sido quien pintara el cuadro.

Un artista cercano al compositor fue Alfredo Gutiérrez. Grabó varias de sus canciones: La casa en el aire, El testamento, El compadre Tomás, Dina Luz...

"Recuedo que él me prefería como acordeonero en sus parrandas -dice el tres veces Rey del Festival de la Leyenda Vallenata-. Una vez me regaló una morrocoya, una de esas tortuguitas coloridasde tierra; no de agua. La tuve mucho tiempo, hasta que me casé con Cecilia Moscote. Ella le tiene miedo a las tortugas y tuve que regalarla".

Así, pues, vaya en paz el enamorado, amiguero, parrandero, Rafael Escalona. Murió, aunque no en Santa Marta, como anunciaba en El testamento. Y no solamente su Maye, sino un pueblo entero, lo tiene que llorar y de ñapa lo tiene que rezar y claro, se tiene que poner traje negro aunque no guste de él.