Histórico

Ramiro Piedrahíta

24 de junio de 2010

No es fácil explicar cómo se pueden pasar más de sesenta años conviviendo felizmente con otra persona. 'Otro' significa una personalidad diferente, gustos, horarios, aficiones que rara vez coinciden totalmente en dos personas. Pero en mi caso se pueden dar algunas pistas, que muestran la seguridad, el agrado, la tranquilidad que representó para mí recorrer la vida en compañía de Ramiro Piedrahíta: era como estar parada sobre una roca sólida, que por motivo ninguno iba a hundirse o resbalar, apoyada en un pilar recto, que por motivo ninguno iba a curvarse, quebrarse, caer. Sus hijos lo recuerdan como "un papá querido y contemplador; nos llevaba, traía, esperaba, ayudaba, sin reproches, sin preguntas, sin horario". Un hermano como pocos; jamás le oí criticar a alguno de ellos. No toleraba que se hablara mal de nadie; "humor oportuno, memoria prodigiosa, lector meticuloso."

Tenía la vida organizada de acuerdo con unos principios inamovibles; rectitud sin fisuras y, por sobre todo, una solidez religiosa a toda prueba. Por eso, por su manera cristiana de enfocar la muerte y porque le gustaba la poesía, me parece adecuado traer a cuento unos versos del poema " Sicut navis " de Ricardo Nieto.

"¡Señor! hoy o mañana? El barco está listo
y solo espera tu orden para poder zarpar;
las gentes del contorno atónitas me han visto
cogiendo de la playa
las redes y las velas, tendidas a secar.


¡Señor cuando tú quieras!... ¿Adónde irá la nave?
Lo ignoro, ¡mas tus brazos abiertos siempre están!
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A dónde?...¿A la lejana estrella que titila
en el espacio inmenso?... Al sur o al septentrión?
No sé, mas mi esperanza en ti se halla tranquila:
yo sé que he de encontrarte
en medio de la nube o en la constelación.


Azul el mar tranquilo; azul también el cielo;
la lona empieza a inflarse con un leve rumor?
¡Señor, cuando tú quieras, agitaré el pañuelo
a los que deja el barco,
sobre la playa negra del mar y del dolor!"