Histórico

Rancho y botica agobian a los presos

SI BIEN LA alimentación ha mejorado en los últimos meses, como lo reconocen internos y Personería de Medellín, aún quedan por mejorar la higiene y la cantidad. En salud, de la que también se quejan, habrá mejoras, anunció el Ministro de Interior y Justicia.

24 de julio de 2010

Más malo que la comida de la cárcel, dice un dicho. El cual volvió a la mente hace unos días cuando familiares de reclusos de Bellavista dijeron que allí la alimentación es raquítica. También, que la salud está enferma. Y fuimos a comprobarlo.

El director, José Naudín Zuleta y varios dragoniantes del Instituto Penitenciario y Carcelario, Inpec, nos guiaron en un recorrido por proyectos productivos de la cárcel: la granja, el recicladero, la fábrica de gaviones, el colegio..., también por el rancho donde se preparan los alimentos.

Allí, Darío Castro Suárez, administrador del rancho y representante de la empresa contratista Fabio Doblado Barreto, metido en bata blanca de laboratorista, dotado de guantes, tapabocas y gorro de gasa, como nosotros, mostró la certificación ISO 9.001 de 2000, en los procesos y documentos de ingreso y salida de productos; presentó a los internos que trabajan allí en la preparación de los alimentos, con supervisión de nutricionistas, igualmente cubiertos. Aclaró que son 14 minutas, una para cada día, o sea que cada 15 se repiten. Diseñadas, dijo, por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

Como a visitantes insignes de una ciudad, que los llevan por las zonas high, nos mostraban sólo lo bello. Le recordamos al Director que también queríamos visitar patios y hablar con internos.

"Entonces tengo que volver a comunicarme con Bogotá, para que nos autoricen". Y así lo hizo.

A las 9:30 a.m., estaban repartiendo el almuerzo (el desayuno es a las 5:30 a.m. y la cena a las 12:30 p.m.). Por huecos en la pared que parecen taquillas, cada interno, cuyo rostro y cuerpo no se ven a su paso en fila por un corredor al que llaman Túnel, iba metiendo su vasija para que, por uno, le vertieran la "sopa de valiente", como la llaman los presos; por otro, un pocillo de arroz; por el siguiente, fríjoles; por el de más adelante, un chorizo al que los internos llaman de condón, porque su forro es transparente; más adelante, ensalada y después, mazamorra y bocadillo.

"¡La comida es mala y poquita!", gritaban sin cesar los presos desde el túnel.

La comida ha mejorado
Probamos la comida. No hay tanto problema para pasar el arroz y la carne, pero la "sopa", con su papa criolla, sí es para valientes.

"Ha mejorado, reconocen los internos del patio de la tercera edad. En los últimos meses, la comida tiene mejor cocción y le echan sal y algún condimento. Antes de la venida del Ministro, la papa, por ejemplo, era dura y negra y a veces tenía gusanos. El problema más grande ahora es que es muy poquita y pasamos mucha hambre. Por lo general guardamos un poquito para más tarde, porque a las siete de la noche ya uno está pasmado del hambre".

La Personería de Medellín también constató la precariedad de la comida en agosto de 2009. Encontró déficit en las cantidades y problemas de higiene en la locación. Así como se quejan los presos por la pequeñez de la carne, la inspección, dirigida por la abogada Luz Marina Acevedo Jaramillo, halló que mientras la norma dice que deben servir 60 gramos de proteico a cada interno, lo que comía era alrededor de 30 gramos. "Esta situación es apenas levemente mejor ahora", dijo ella.

"La carne cruda pesa 60 gramos, como exige la norma -explicó Castro Suárez-, pero se sabe que en la cocción se deshidrata y pierde entre el 30 y el 35 por ciento de su peso".

Un dragoniante comentó: "si usted le pregunta a los internos y a sus familiares, le van a decir que todo es malo y poquito".

"Sí -le contesté-. Y le pregunto a ustedes y dicen que todo es maravilloso, de modo que es preciso escuchar todas las voces".

"¿Conoce la respuesta de Reinserción Social Nacional al informe de Personería?", me inquirió otro dragoniante.

El subdirector de Reinserción Social, Alejandro Gómez Martínez respondió que una vez analizada la situación, concluyó que el contratista, "viene cumpliendo con las obligaciones contractuales".

Hay un comité conformado por un interno de cada patio, Cisa, que firma diariamente si la comida le parece satisfactoria. Y en esto se basan para decir que es buena.

Los internos aducen que esos representantes -que van siendo rotados periódicamente-, firman por temor a ser trasladados. Porque lo que más temen ellos es quedar lejos de sus familias, por la dificultad para las visitas.

Esto fue desmentido por el Director y los funcionarios del Inpec que nos acompañaban.

Pero fue respaldado por los internos, así como por sus familiares y por la Corporación Pro Internos y sus Familias de Colombia, Corpifanco. "No es que estemos pidiendo una comida como de restaurante cinco estrellas, pero sí con dignidad", indicó el director de esta entidad, quien reconoce que gracias a los esfuerzos del ministro Fabio Valencia Cossio, "a quien le duele el tema carcelario" han mejorado las cosas.

Hay internos que complementan su alimentación con lo que compran en el Expendio. Tienda del Inpec en cada patio, en la que venden parva, pasabocas como papitas fritas y rosquillas, así como leche, chocolisto y refresco en polvo, entre otras cosas.

Tienen derecho a consumir hasta 30.000 pesos diarios, que no pagan de contado porque tienen prohibido mantener dinero, sino que sus allegados les consignan y, con un código que basta digitar en un computador, van descontando cada vez que compra.

La hermana de un interno, quien no quiso identificarse, tras manifestar que los domingos, día de visita, la comida es mejor que los otros días, agregó: "mi papá le consigna a mi hermano 50.000 pesos semanales para que compre en el Expendio; él nos cuenta que a veces, en requisas que se llaman Volantes, les riegan la comida que tienen guardada".

A esto, el dragoniante Carlos Coral, delegado de Derechos Humanos de Bellavista, respondió que él filma los procedimientos. Explicó que las Volantes son requisas en las que el Inpec busca celulares, armas, droga, dinero o cualquier elemento prohibido. Que si en ocasiones ha ocurrido eso, cuando sacan de las caletas los elementos de los internos, son casos excepcionales. Y que él mismo capacita a guardianes y a policías bachilleres -de cuyo trato se quejan algunos presos-, para evitar abuso de autoridad. "Les recuerdo que nuestra población tiene derechos humanos que hay que respetar".

"En la cárcel todo cuesta -contó un expresidiario recién salido-. Compré un zarzo para dormir en 300.000 pesos, con ratones, cucarachas y goteras". Pero la mayoría es pobre y tiene que mantenerse con lo que allí suministren. Los más miserables se observan haciendo precarios trabajos para otros, como lavando ropa, a cambio de productos del Expendio. Son los mismos que duermen en pasillos porque "no hay cama pa tanta gente".

"Con la próxima descongestión del penal, muchos de los problemas que tenemos, que en ningún momento ocultamos, se van a acabar", aseguró el Director, quien agregó: "de 6.000 internos vamos a quedar con 3.000". Explicó que de ese modo, la atención a ellos podrá ser más personalizada. Él se podrá enterar más rápidamente de sus inquietudes y necesidades.

Salud
Los presos, sus parientes, todos se quejan de que la atención en salud es mala. Se demora. Hay represamiento de citas. Pero también a todos se les pusieron los pelos de punta hace dos meses con la noticia de que Caprecom, institución que presta el servicio de primer nivel, o sea, consulta externa, renunciaba a sus funciones en Medellín y, por consiguiente, en sus cárceles.

Pero no hay tal. Caprecom no desatenderá a la población carcelaria. "Estamos aprendiendo -dijo Diego Tavera, de la EPS-. Llevamos un año desde que tomamos la atención de esa población". Y ante las quejas de represamiento de citas, manifestó que no es cierto porque tiene registros de 5.300 pacientes atendidos por mes, así como 5.200 en odontología, en el mismo lapso.

Al final del día escuchamos el reporte del conteo en el radio del director: 5.855 internos y 11 hospitalizados. Caía la tarde y José Naudín Zuleta no terminaba aún su trabajo: debía recibir a unos 15 detenidos recién llegados y asignarles sus respectivos patios. Y se dispuso a hacerlo.