RECOGEMOS LO QUE SEMBRAMOS
Cuenta la historia que un rey pensó edificar un gran palacio y encargó a uno de sus hijos que lo construyera.
Le entregó el dinero necesario y partió a un largo viaje. El muchacho, que era perezoso y astuto, pensó: haré un palacio más reducido con materiales baratos y me quedaré con el dinero que ahorre. Así lo hizo y, cuando lo hubo terminado, se presentó ante su padre y le dio la noticia: El palacio que me encargaste ya está terminado. Puedes disponer de él cuando gustes. El rey fue, vio la construcción, se dio cuenta del engaño y la deshonestidad, y le dijo a su hijo: Te entrego el palacio que construiste, es para ti. Ahí tienes tu herencia y también mucho en qué pensar.
Una buena historia para hablar de la generosidad y recordar que siempre recogemos lo que sembramos.
Tres cantantes operísticos estaban ensayando en el teatro y, de pronto, un ruido molesto vino a perturbarlos.
Resulta que un obrero hacía una reparación y martillaba sin descanso en otra parte del teatro. Trataron en vano de concentrarse en su canto y al fin decidieron ir al lugar del ruido y silenciar al intruso.
Se pusieron de acuerdo y pidieron al barítono que hablara en nombre de todos pidiendo respeto y silencio.
Este, ya de camino, iba preparando sus razones para pedirle al otro que se fuera y no los incomodara. Al acercarse, el obrero los vio, se bajó de una escalera y antes de que el barítono hablara les dijo:
"¿Saben una cosa? Por mi parte no hay ningún problema, sigan gritando que a mí no me molesta".
Una estupenda historia para tomar conciencia de las distintas maneras que tenemos de ver la realidad y ser tolerantes.