San Pedro fue plaza colombiana
La presencia de colombianos en Roma fue multitudinaria y sus gritos le dieron emoción a la ceremonia.
A pesar de que ayer en Roma hubo tres canonizaciones y ahora 803 nombres más ingresarán al libro vaticano de santos, la Plaza de San Pedro se vistió de una sola emoción: el tricolor colombiano.
Gorras, pañoletas, banderas por doquier, afiches y pendones de todos los tamaños, todos, sin falta, con la cara de la primera santa del país, Laura Montoya y al lado en cualquier forma, llámese escudo, nombre o color, la alusión al país origen de la mayoría de los que ayer pisaron El Vaticano.
En la ceremonia también se canonizó al italiano Antonio Primaldo y sus 800 mártires, así como para la María Guadalupe García, de México. Pero, todas las gorras, que se contaban por millares, eran amarillas, azules y rojas, las banderas eran de los colores que conocemos y el idioma de la Plaza de San Pedro, era el nuestro.
Ocho escuadras y dos laterales, con capacidad para cerca de 2.500 personas sentadas e infinidad de personas de pie, ayer tal vez una 100.000, mostraron la magnitud de lo que fue un día que se vistió de sol, azul y viento y que necesitó de más de 300 sacerdotes para dar la comunión a los fieles.
Las emociones, los gritos, los "¡Colombia, Colombia…" y "Francisco, Francisco", no se hicieron esperar. A su entrada a la Plaza, la multitud al unísono aplaudió de forma tal, que El Vaticano entero podía escuchar los vítores en San Pedro.
La ceremonia se desarrolló en latín, las intervenciones en italiano fueron pocas, pero sorprendió la inclusión del español tanto en la eucaristía como en el Angelus, que se tomó más de tres horas.
Tal vez, la misa, que duró tres horas, no se entendía para todos los que allí estaban en primera, segunda o centésima fila, pero tan pronto pronunciaban una palabra conocida, la Plaza de nuevo se quería explotar en gritos, aplausos y banderas.
Al pedir a Dios a través de la Madre Laura que "el Señor conceda un nuevo impulso misionero y evangelizador a la Iglesia, y que, inspirados en el ejemplo de concordia y reconciliación de esta nueva Santa, los amados hijos de Colombia continúen trabajando por la paz y el justo desarrollo de su Patria", el Papa sintió el fervor colombiano convertido en gritos de felicidad.
El momento más emotivo fue la llegada de la reliquia de la Madre Laura al altar, en manos del médico Carlos Eduardo Restrepo, a quien la intercesión de la nueva santa curó de una perforación en el esófago. Reliquia que, junto con las de los demás santos católicos de la historia, descansarán en los museos vaticanos.
"Fue una sensación de vida. Ojalá, lo que sentí hoy, pueda transmitirlo de aquí en adelante a mis pacientes", dijo el médico.
Se rompió el protocolo
Las lágrimas también fueron un punto en común, sobre todo, luego de terminar la ceremonia, cuando el Papa hizo un recorrido por la Plaza de San Pedro y la vía de la Conciliación, esa calle larga que lleva y saca gente de El Vaticano.
Es curioso ver personas pasando bebés de mano en mano para lograr que su hijo reciba un beso del Pontífice. Son cientos de pequeños regalos que le entregan a Francisco y sus más de 20 guardaespaldas los ponen en el carro papal.
Como se está volviendo costumbre en el pontificado del Papa Francisco, se rompió el protocolo: indicó al conductor que se detuviera justo donde estaba la mayor cantidad de visitantes colombianos y se bajó del vehículo para saludar sin intermediarios a sus fieles.
Ahí los cercos, que a duras penas podía controlar la gendarmería italiana, vieron como la población se enloquecía al ver al Papa, quien ahora recibía los bebes directamente.
Al montarse de nuevo al vehículo, el Santo Padre siguió su recorrido, por donde entraron los ríos de peregrinos, fieles y turistas que a lo largo de la mañana, y luego de terminada la ceremonia de canonización, fueron llenando la Plaza de San Pedro, en una mañana emocionante e inolvidable para Colombia.