¿SE DAÑARÁ LA FIESTA?
Si bien el crecimiento de la economía el año pasado fue del 4.2 %, cifra que supera el promedio del PIB latinoamericano, aún es insuficiente para que se pueda irrigar provechosamente por el tejido social colombiano, que aún es débil y origina en consecuencia grandes inequidades. Además hay frentes en la economía que no gozan de cabal salud.
Las exportaciones colombianas continúan con poco valor agregado. A duras penas llega al 30 % del producto final. Con el agravante de que el aporte de la media y alta tecnología a nuestro proceso productivo es de un 10 %. Pareciera que el discurso de la innovación, de la competitividad, de la ciencia y tecnología no calara y se quedara en simple retórica, en formulaciones huecas y sin sentido.
Seguimos dependiendo en nuestro comercio exterior, en muy buena parte, del sector primario de la economía. Y este es bastante vulnerable. Lo acaba de advertir el Fondo Monetario cuando prevé, no solo un estancamiento en sus precios, sino el riesgo de que estos bajen significativamente.
Pero los presagios no se quedan allí. Seguramente serán premoniciones que en esta campaña reeleccionista se ocultarán o se les pondrá sordina para no dañar la fiesta de la mesa de la Unidad Nacional.
Dice el Consejo Privado de Competitividad que "Colombia es una de las economías más cerradas de América Latina". Y trae a cuento el último reporte global de competitividad del Foro Económico Mundial que nos sitúa en el puesto 143 entre 148 países. Con el agravante, según ese informe, que "es tímido el avance en la diversificación de destinos de nuestras exportaciones". Y registra cómo el año pasado "solo cinco productos representaron el 68 % de las exportaciones". Actualmente "el 87 % de nuestras exportaciones son productos primarios y derivados de recursos naturales".
En materia social continuamos mal.
Según el Banco Mundial, Colombia sigue a la cabeza en la región en pobreza extrema y en pobreza moderada. En la primera, nuestra tasa, es del 17.5 %. En la moderada del 33 %. En tanto Uruguay registra índices del 2.6 % y del 8 % en su orden. La pobreza extrema rural que contrasta con las boyantes cornucopias de nuestro escudo nacional, muestra -según la ONU– que es siete veces más grande que en las 13 ciudades principales de Colombia.
En el índice Gini –que mide el grado de desigualdad e inequidad- ahí sí que nuestra posición es deplorable. Somos los más injustos, socialmente hablando. No abandonamos el degradante lugar de nación más desigual en Latinoamérica, solo superados por Haití. Tenemos el 0.54 %, en tanto el Uruguay tiene el 0.4 %. Cero es la equidad perfecta y uno la desigualdad total. Si bien se han hecho esfuerzos para movernos de esos deshonrosos puestos de concentración del ingreso y la riqueza y de inequidad social, aquellos aún son débiles y prácticamente inútiles.
Lo más probable –si creemos en las contradictoras encuestas de opinión- es que vamos para otros cuatro años de más anuncios que realizaciones. Giraremos alrededor de las mismas recetas, los mismos diagnósticos, las mismas reculadas. Pareciera que estuviésemos condenados a seguir operando en medio de publicidad y falacias. Este podría ser el destino que espera al país por lo menos hasta el 2018.