SIN MIEDO EN EL CENTRO
Es la noche de un fin de semana en las calles del centro de una ciudad española en Andalucía: la parejas jóvenes van con sus niños en coches, los ancianos pasean del brazo de un familiar, grupos de chicos y chicas coquetean sin afán; van personas en sillas de ruedas, muchos cargan bolsas de Zara, El Corte Inglés, Mango, FNAC, Imaginarium, pero no las aprietan contra el cuerpo. Muchos hablan desprevenidamente por celular, luciendo joyas y relojes finos.
Es de noche y las cafeterías con gente comiendo churros con café o chocolate, están a reventar; las aceras en su máximo, los trencitos turísticos cargan extranjeros de ojos rasgados y otros de cabello amarillo que enriquecen el ambiente festivo. Ni los 9°C ni la noche ni nadie, los asustan. Una chica en bicicleta, estacionada frente a un cajero electrónico de una acera al aire libre, y conectada con audífonos a su mundo, saca dinero sin tener a nadie que la escolte. No mira aprehensivamente para los lados.
Juntas dos viejitas, que caminan tomadas del brazo con abrigos hermosos, con joyas y cargadas de maquillaje, porque la vejez no las intimida, comentan los últimos acontecimientos familiares. No tienen el bolso apretado contra el cuerpo. Músicos improvisados que llenan el ambiente de alegría y algunas estatuas humanas en poses imposibles, rompiendo la ley de la gravedad, atraen miradas y euros.
Es pleno centro de la ciudad (haga de cuenta el Parque de Berrío y sus alrededores) y es de noche. La gente, sin miedo, está en la calle haciendo compras en los almacenes más famosos de Europa, paseando en familia, saludando a los amigos. No están encerrados en los centros comerciales donde guardas armados y cámaras de seguridad, les hagan sentir tranquilos.
Aunque ahora España atraviesa por una de sus peores crisis económicas y en las calles uno que otro mendigo y algún parado escriben en pedazos de cartón sus desgracias ("tengo 3 hijos, no tengo empleo, ayúdeme"), la gente se toma las calles y usa el centro de su ciudad como lugar de reunión por excelencia para encontrarse con amigos y familiares.
¡Cuándo será que podremos deambular así en las calles de Medellín… ¿Será que algún día podremos ser nosotros los dueños del centro, y no el miedo, los camajanes y la ley del más fuerte, el más peligroso y el dispuesto a todo por un pedazo de acera o de muro? Anhelo el paseo por La Playa o por Junín, con nuestros 20°C sin abrigos ni bufandas, pero, sobre todo sin miedo.