Histórico

SOBRE LA PESCA DEL PEZ ESPADA

16 de noviembre de 2012

Estación Cayo Hueso o Puerto Habana, lugares que prefería Ernest Hemingway para pescar los grandes peces como el martillo o el espada que, si bien son de la familia del tiburón, parecen más decentes y de buenas carnes.

Y por su falta de escamas, prohibidos por la Torá (Génesis) para ser comidos. Estos peces, que habitan la corriente del Golfo de México (aunque se los ha visto en otras latitudes, engordando como dictadores en exilio), son un trofeo importante para un buen pescador, pues para ser pescados requieren de experiencia, pericia y paciencia.

Y no son peces para la post-modernidad sino para la lentitud de burgueses satisfechos, de esos que buscan demostrarse que son útiles y por ello asumen la aventura, que a pesar de ser incierta, tiene sentido cuando se cumple bien en ella.

Y es que en la pesca de los peces grandes la tarea es difícil, pues no solo son ágiles y con capacidad de reacción sino que se mueven por aguas profundas donde esconderse del anzuelo es fácil.

El pez espada es animal pesado y fuerte, veloz, que cuando sube a la superficie muestra las aletas encrespadas y, a pesar de su tamaño, no deja detrás ninguna estela espumosa que pueda delatarlo.

Así, se pierde fácil entre las olas y el brillo del sol sobre la superficie del agua. Para pescarlo, entonces, se necesita de una caña empotrada en una silla, de sedal largo y anzuelo de punzón torcido y con cara triple. Y hay que seguirlo largo rato hasta que se canse y sienta hambre.

Y ahí viene la trampa del pescador: le pasa el anzuelo cerca y el pez espada se lo traga. A partir de ahí salta y se rebela. Y si el pescador no suelta sedal, el pez lo rompe. Pero el pescador, paciente y entrenado, le suelta y tira. Y en este tira y afloje, el pez espada cree que no cae, pero al fin cae como un rey en condición de jaque mate.

Y cae por abrir demasiado la boca, por saltar, por creer que se zafa porque le aflojan y perder la guardia cuando vuelven a tirar. Son de loco los ojos del pez espada cuando se siente perdido; resopla y siente que además del pescador, otros peces se le acercan y lo muerden. Ya, sobre la cubierta del barco, lo atan por la cola, lo levantan y lo exhiben.

Luego viene la foto. Claro que puede suceder que, como en el caso de El viejo y el mar , ese pez espada no logre ser mostrado sino que, pegado a un costado de la barca, lo devoren otros peces y solo se llegue a puerto (al muelle) con apenas el esqueleto. En cuestión de pesca de peces gordos suceden cosas imprevistas. Se depende del mar, de los ojos del pescador, de la maniobra y de la cercanía a la costa. Y que no se equivoquen y resulte siendo un corroncho.

Acotación : En Moby Dick, la novela de Herman Melville, hay 73 definiciones de lo que significa una ballena. Y este conocimiento es lo que mueve al capitán Ahab a perseguirla por todos los mares hasta dar con ella y clavarle el arpón. Y no sé si la obra es una novela o una metáfora que no pierde pertinencia.

Vale.