Histórico

SOBRE MINIATURAS

08 de agosto de 2014

Estación Poco Espacio, en la que se reúnen gentes vestidas con ropas de una o dos tallas menos (y hasta tres, se ven casos), ideas obsesivas, palabras que se repiten tratando de ser distintas, mensajes en pantallitas, mentes estrechas, dioses personalizados, egoísmos y narcisismos (que son los más estrechos), vendedores de cabezas reducidas, personas que ganan el mínimo, micronoticias continuadas, seres con la estatura perdida, salarios encogidos, datos sin análisis, en fin, la sobrepoblación es mucha y los espacios más chiquitos, lo que lleva a que todo se confunda o se pierda al meterse donde no cabe. Es claro que habitamos lo micro y hasta lo nano, y la vida se nos vuelve apretada, en especial cuando queremos meter muchas cosas en un cerebro que tiene límites de entendimiento, pues la memoria no funciona con meros datos sino con explicaciones, conexiones y búsqueda de certidumbres. Esto si el espacio vivido no nos ha deformado.

Primero fue el telescopio, donde todo lo vimos amplio. Luego el microscopio, que nos permitió ver lo que había en los lugares estrechos y pequeños. Hasta ahí, este par de inventos holandeses lo hicieron bien, pues nos permitieron ver lo que no se había visto; lo que creció nuestra racionalidad sobre el mundo y amplió los espacios del espíritu. Pero del siglo veinte en adelante ya no quisimos mirar más (consideramos torpemente que ya todo estaba visto) sino habitar en lo mirado, escogiendo no el telescopio sino lo microscópico, y no para aprender sino para sentirnos ahí, en lo diminuto. Somos raros. Y en esta concepción de la vida, estrechamos las miras, los espacios de habitación, las maneras de pensar, la manera de relacionarnos, incluso las formas de querer al otro.

Antes de todo este caos y ahogo, las miniaturas se lucían en camafeos, pinturas, grabados, escapularios, relicarios, porcelanas, orfebrerías, maquetas a escala, barcos en botellas, bordados etc., y tenían como sentido la admiración. Esas miniaturas se lucían bien, embellecían el espacio, demostraban lo asombroso de la motricidad de los dedos, la capacidad de concentración y el dominio de los materiales. En esas miniaturas se demostraba el poder de la inteligencia. Pero sus autores quizá nunca pensaron que sus modelos ya no fueran de libertad sino expresiones de un futuro achiquitamiento de la condición humana. En los símbolos están los sueños, decía C. G. Jung, el psicoanalista suizo. Pero en lo que vivimos, son pesadillas, fragmentos e incapacidad de movernos.

Acotación: en la sala de exposiciones de la Biblioteca de la Universidad Pontificia Bolivariana se exhibe desde el miércoles pasado una linda muestra de pinturas en miniatura (de 5 cm X 7 cm) del arquitecto Luis Castro. En esos cuadros se encierra la vida, por eso este artículo lleno de asombros y de denuncias.