Histórico

SOBRE TRENES Y DESARROLLO

16 de marzo de 2012

Estación de trenes, Medellín: ya no existe, ni siquiera como museo. El edificio, con aires ingleses, contiene el fósil de la máquina 25, que funcionaba con carbón.

Y de lo que fue la estación, apenas unas bancas de espera, un bar restaurante que reúne abogados penalistas y uno que otro jubilado o desempleado que se mueve por ese lugar para escapar del ruido de la avenida San Juan, que está que agacha el dedo debido a los malos trazos e inicios sin final que contiene.

Pero no se hablará (por ahora) de urbanismo, sino de la falta que le hace el tren a un país como Colombia, que se atrasa en la medida en que las minas aparecen como locomotora del gobierno situando al país en el sector primario de la economía, que tiene que ver con piedras, árboles y animales, igual a como estaba la tierra cuando Adán fue expulsado del paraíso, ese lugar que algunos sitúan entre los ríos Tigris y Éufrates (en Mesopotamia) y otros con el país de la cucaña, donde comen y hacen siesta todo el tiempo.

Henry Thoreau , el autor de la desobediencia civil, decía que en los Estados Unidos, en el siglo XIX, las ciudades se fundaban alrededor de una estación de trenes.

Y es claro que la conquista del oeste no la hicieron las carretas de los colonizadores sino el tren, que además de desplazarse en línea recta (la línea más corta entre dos puntos), logró desarrollar a las ciudades industriales (transformadoras de materias primas en productos esenciales) y a los pequeños pueblos, que se convirtieron en abastecedores de insumos (productos necesarios para fabricar otros).

Total, siguiendo la línea del tren, apareció el desarrollo. Y donde desapareció ese tren, aparecieron los pueblos fantasmas.

En Colombia tenemos bastante experiencia en estos pueblos fundados para el futuro y quedados en el pasado. Magia.

En el mundo hay 43 anchos diversos de líneas ferroviarias, lo que invalida el argumento de que nuestras vías no sirven para trenes modernos (asunto que es un vacío de información).

Los europeos, por ejemplo, tuvieron carrileras de distintos anchos, para no ser invadidos por tren debido a la capacidad de carga en soldados, abastecimientos y armas de que es capaz este transporte.

Carrileras distintas en Rusia, en España, en Bélgica, etc. Hoy en día los distintos anchos se usan para trenes, livianos, de carga y de alta velocidad. Y sin contaminar porque se mueven con energía.

Pero el tren quedó entre nosotros como un freno al desarrollo, quizá porque se necesitaba vender gasolina de octanaje deficiente (rechazada por calidad), la misma que hoy llena tanques de motos y carros en este país contaminado.

Acotación: Los trenes cuentan la historia del siglo XIX y XX, sea la mala o la buena. Y ya no son del Estado sino de firmas privadas que usan la infraestructura estatal (el gasto público keinesiano) según normas estrictas, pagando por el servicio y sirviendo a la economía.

Un tren no es para cantar vallenatos ni rancheras.