Histórico

Solo necesitaban verlo para saber que era un buen hombre

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11 de septiembre de 2009

Había que dar la vuelta por el parque. La muchedumbre apretada en la catedral, el Kirye Eleison (señor, ten piedad) penetraba las fibras de los más templados y hacía calor y daba tristeza, así que había que salir, a dar una vuelta y tomar aire.

Y se encontraba uno con gente que no parecía informarse de la gran misa que se celebraba en la Catedral Metropolitana. Gente que tomaba tinto como todos los días. Sentado, con su vaso desechable verde, mordisqueando un pitillo café, estaba Santiago Jiménez. Según él, y le creemos por supuesto, se leía cada domingo la columna del padre Calixto, Tejas Arriba

"A mi me gustaba mucho la columna del Padre Calixto porque nos daba argumentos morales para defender la verdad cristiana. La leía con atención y completa, para entender mejor el evangelio", dijo, y terminó su tinto.

Pero había que seguir caminando, el aire todavía estaba congestionado por tantas sensaciones juntas en la misma nave de ladrillos.

En la mitad de la plaza, debajo de la enorme escultura escuestre, estaban dos señoras mirando con atención un recuerdo entregado en el atrio de la iglesia, segundos antes del sepelio. Era la imagen del padre Gustavo, con dos o tres frases tomadas de sus escritos y de otros escritores.

"Yo no lo conocía. Solo me enteré de él por las noticias, porque se perdió y después cuando lo encontraron muerto en ese lugar. Me da mucho pesar, porque tenía cara de bueno", dijo Luz Jaramillo, quien los tintos le han dado para vivir bien los últimos 19 años.

Las campanas de la Catedral avisan que ya son las once de la mañana. El aire está caliente por un sol pleno que cae sobre el parque de Bolívar y hay pocos árboles para la sombra.

Refugiado por la brisa de la fuente del parque está Luis González. Sobre su pecho está Saúl, un pinscher que parece disfrutar de las pequeñas gotas refrescantes que caen cada vez que el viento las acaricia un poco.

"Yo no sabía mucho del Padre, hasta el hecho trágico del domingo. Ahí me enteré que era un hombre muy bueno, que hacía muchas cosas por los demás y eso me parece que sirve de ejemplo para esta ciudad", dijo, intentando tomar aire para llegar a su casa en el barrio Villa Hermosa.

El calor arrecia. Alguien ve a personas haciendo preguntas.

¿Para qué es la encuesta?- pregunta, se llama Jader Mosquera y vende también tintos para sobrevivir, dirá después.

-No es una encuesta, es hablar sobre el Padre Calixto-

-¿El Padre que se murió?-pregunta.

-Sí-

-Ah, lo único que sé es que era un buen hombre, eso es lo que dicen. Que hacía muchas cosas por los demás. Pero no más- remata, como si se necesitara más.

La misa termina con un aplauso envuelto en pañuelos blancos. La muchedumbre de la catedral se traslada para esa parte del atrio, donde ya no cabe más gente.

Pero hay personas que ni voltean, dicen que no les da vergüenza decir que no van a misa, pero que a cualquier persona que hable de moral y del Evangelio hay que tenerle respeto. Y hay que tenerle respeto a una persona que dice eso.

"Yo no soy de los que voy a misa, pero creo que una persona que se dedica a pensar en esos temas, debe tener mucho valor para una sociedad como esta. Hay que darle el mérito que se merece", dijo, pero no quiso dar nombres.

A pesar que algunos no lo conocieran, que otros lo leyeran, que otros lo respetaran, que otros le vieran la cara de buena gente del Padre Calixto, había que darse una vuelta para tomar aire y darse cuenta de eso. Había que dar una vuelta.