Histórico

Sólo para mujeres

25 de octubre de 2008

Perdón, amigos de Múnera Eastman Radio, por tomar prestado el nombre de su programa. Lo necesito para invitar a las lectoras de este artículo a que se hagan la mamografía y la citología, tan aburridoras como necesarias y obligatorias ambas.

La mamografía es utilizada para descubrir tumores mamarios y otras patologías de la mama, incluso cuando el autoexamen no detecta ninguna anomalía ni cambios en los senos. De ahí su importancia en la prevención y detección temprana del cáncer y en sus altas posibilidades de curación.

Las mayores de cuarenta debemos hacernos la mamografía cada año y tenemos que volar, literalmente, si sentimos durezas o protuberancias, aunque no duelan. Póngale ojo a los cambios en la forma y el tamaño, a la secreción de algún líquido por el pezón o si hay hoyuelos o irritaciones en la piel. También los hombres pueden presentarlo, aunque en muy bajo porcentaje.

Otro enemigo silencioso es el cáncer de cuello uterino, la primera causa de mortalidad por cáncer en las mujeres colombianas. Según datos del Dane, el Instituto Nacional de Cancerología y Globocan (Sistema de Registro en Cáncer de la OMS), cada año son diagnosticadas aproximadamente 6.800 mujeres con este tipo de cáncer y más de 3.200 mueren por esta causa. Demasiadas para una enfermedad que se puede detectar antes de que cause daño irreversible.

En términos de diccionario, la mamografía es una "radiografía de mama en película de grano fino capaz de obtener imágenes de tejidos blandos con gran precisión". En la vida real es una prueba de resistencia al dolor físico; en un recinto helado; medio desnudas; acompañadas de una extraña que nos hace preguntas de rutina y después nos somete a la presión intensa de una plancha fría que nos aplasta los senos con la fuerza de una venganza premeditada, durante segundos eternos en los que, además, no se puede respirar.

La citología no produce dolor, pero para las mujeres dinosaurios, que todavía nos da pena de empelotarnos delante de extraños, resulta incómodo acostarnos en una camilla de parto, con toda nuestra intimidad al aire mientras otra desconocida nos esculca las entrañas. Dan ganas de que la tierra nos trague. Lo peor es cuando empiezan a entrar el médico, la otra enfermera, la recepcionista, Raimundo y todo el mundo, que no es usual pero puede suceder. En ese caso hay que decir como mi primo Jaime cuando le hicieron un examen médico sólo para hombres: ¡O cierran esa puerta o empezamos a cobrar!

Pero el dolor es pasajero, la incomodidad no importa y a la ignorancia tenemos que despedirla para siempre. Suena repetitivo pero hay que decirlo hasta que cale profundo: es obligación practicarse la mamografía y la citología porque están de por medio nuestra salud y a veces nuestra vida.

A punto de terminar me asalta una duda que por falta de espacio dejo en pregunta: ¿A estas alturas todavía habrá mujeres casadas con cavernícolas que no les permiten hacerse estos exámenes?