Histórico

TIERRA SOLA ES UN ENGAÑO

17 de octubre de 2012

Colombia, país dotado por la naturaleza con diferentes topografías, variados climas, suelos aptos, gente trabajadora, debería ser, por su situación geográfica y estar en el trópico, la despensa de América y buena parte del mundo.

Tanto privilegio es difícil de apreciar en otras latitudes por el hecho de estar bañada por dos mares y cruzada por importantes ríos y en otras épocas haberse abastecido en alimentos. Lástima grande ver hoy el país inundado en tiendas y supermercados de productos importados, mientras el campo colombiano está menos poblado e inexplorado.

En buena parte, por falta de incentivos al sector agropecuario; en algunos sitios por inseguridad y en muchos otros por los costos para producir. No somos competitivos y el Estado no apoya con créditos oportunos, con precios de sustentación.

Lo más grave es la falta de vías e infraestructura.

Algo hay que hacer y más decididamente cuando la población crece, el mundo en pocos años llegará a la crisis alimentaria y lleguemos tarde a recobrar lo que en épocas pasadas fue la locomotora que hizo al país industrial, que fue el sector agropecuario manual, cuando no había tecnología ni maquinaria, pero nos abastecíamos.

Hace 50 años, el 75 % de la población vivía en el campo y el 25 en las ciudades. Hoy es el 75 % en las ciudades y el 25 en el campo. Difícil revertir esta tendencia. Es pobre la infraestructura y no se ve un proyecto ambicioso que haga posible retornar al campo.

Se habla mucho de repartir tierras, que las hay, y de excelente calidad y ubicación, muchas de ellas del Gobierno y muchas otras intervenidas por el Estado.

Lamentable el deterioro de buena parte de ellas; algunas saqueadas.

La falta de doliente las llevará al abandono, con altos costos para recuperarlas.

Dios quiera que no se repita la historia al repartir pedacitos de tierra, sin estudios de factibilidad, dirección, financiación, garantías en precio de lo que producen y servicios de educación, salud, además de viviendas dignas que los asienten en los diferentes territorios.

Hoy, el minifundio no funciona, con algunas excepciones. Hay que montar empresas cooperativas para buscar economías de escala que garanticen al tenedor de la tierra, además de su explotación, la compra de lo que produce, el precio y su estabilidad.

No puede el país darse el lujo de volver al Incora (Ley 135 del 61), cuando la reforma agraria fue un fracaso y caldo de cultivo de la violencia, cuya confrontación alimentó a la guerrilla colombiana y más tarde alentó los cultivos de coca, con las consecuencias por todos conocidas.

Hay que pensar en empresas comunitarias campesinas, incentivadas, dando garantías, con gerencia, estudios, servicios, vivienda, centro de acopio, almacén de provisión, salud, educación y recreación.

Copiemos lo bueno que hay en otras partes del mundo. Regalar tierra y nada más se convierte en un engaño, en una frustración para el campesino y en una pérdida económica para el país.

¿Cuáles serán las consecuencias?.