TIERRA SOLA ES UN ENGAÑO
El sector agropecuario, al que el país debe tanto, no solo como colonizador de regiones, creador de empleo, base de la canasta alimentaria nacional, generador de riquezas en épocas pasadas, ha sentido de un tiempo para acá un desprecio y desestímulo por parte del Estado; solo siendo mediatamente atendido cuando hay manifestaciones o paros en zonas donde los cultivos, por falta de apoyo y presencia del Estado, arruinan a los agricultores.
Hay países donde el agricultor es considerado como empresario del campo, que trabaja su parcela familiar o una tierra extensiva para producir alimentos o materias primas para la industria alimentaria y cuando es agroindustria, para exportar, generar divisas, crear empleo, sostenerlo y evitar el abandono que hace que las tierras se vuelvan improductivas, donde así las cosas, degeneran en zonas de conflicto y de cultivos ilícitos.
El Estado colombiano no puede caer en la trampa; como van las cosas, le exigen en La Habana: hay que repartir tierras, para que todo se normalice. "Tierra sola es un engaño", ¿territorios libres y sin ley? Esto sería ceder la soberanía y compartir el manejo del Estado; ejemplos hay e intereses incalculables muchos, que en nada van a mejorar el bienestar del ciudadano del campo o al desplazado para que regrese de la ciudad a su parcela o finca, así no más.
Cuando se dice que "Tierra sola es un engaño", tenemos experiencias vividas de los años 60 del siglo pasado, cuando se repartieron tierras incultas por medio de la Reforma Agraria, el Incora, para ver al poco tiempo abandonos, frustraciones y el crecimiento de la violencia en diferentes regiones de la patria.
El compromiso debe ser total por medio del Estado, que es el que nos rige, no por los redentores de hoy; una reforma agraria rural integral, con todos los juguetes: vivienda campesina –servicios – (agua–energía– comunicaciones) – servicios de salud, aulas para educar, recreación e infraestructura vial. Pero igual e importante: dirección técnica, financiación, centros de acopio y almacenes de provisión agrícola (abonos–semillas –matamalezas–herramientas– equipos).
Con lo anterior planeado, hay que adjudicar la tierra con escritura en patrimonio familiar, además de condiciones y obligaciones; hay experiencias amargas del pasado, que hoy se atribuyen algunas como abandonos forzados, cuando la realidad, muchas fueron vendidas para pagar obligaciones de distinta índole, en algunas, por fallas en la programación de cosecha, otras, por falta de atención oportuna en los créditos y asesoría de parte de la Caja Agraria y en otras, abandonadas, buscando mejores horizontes en las grandes ciudades.
En los primeros años del siglo pasado, la minería, la agricultura y la ganadería fueron los puntales para crear la industria y el comercio, además de las actividades que de ellos dependían. Hace 50 años el ex presidente López Michelsen hablaba, la despensa alimentaria de América debe ser Colombia y de hace 30 años para acá, importa Colombia alimentos masivamente, últimamente por el dólar barato, que en parte es culpable del atraso en la agricultura colombiana.
En el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez se quiso impulsar el sector agropecuario y minero con la seguridad en el campo y la confianza inversionista, además de programas que impulsarían la productividad con circuitos de riego e incentivos, también créditos oportunos, compensando y preparando al agricultor colombiano para competir en el comercio internacional. Lástima grande que hoy vamos para atrás como el cangrejo y el Gobierno no escucha ni decide, pareciera que el agricultor y el sector rural fueran de mala familia.