Histórico

Todo el año para Caballero Calderón

LOS 365 DÍAS del 2010 llevan el nombre de Eduardo Caballero Calderón. Así lo determinó el Ministerio de Cultura. Con ello se busca promover un conocimiento profundo de su obra, en la que se refleja el país desde diferentes esquinas.

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27 de febrero de 2010

Para Eduardo Caballero Calderón escribir "era como hacer pipí". Por lo menos así lo recuerda su hija Beatriz y se deja ver en los 30 libros que publicó y en las muchas columnas en los periódicos.

"Mi papá escribía muy facilmente, muy rápidamente. Escribía a mano, después le dictaba a mi mamá para que le copiara en su máquina de escribir, y corregía muy poco porque le salía como un chorro".

Lo hacía todos los días, casi sin falta, tanto como leía. Sus pasiones pasaban por ahí, sumándole el periodismo, el idioma, la política, Proust, El Quijote, la humanidad de Cristo, Bolívar, la casa de sus abuelos y se podría seguir.

Caballero Calderón podía escribir del campo, de la ciudad, de las causas sociales que le dolían tanto, y hasta de sí mismo.

Su hija va recordando con cariño, incluso con nostalgia. Mientras su madre, Isabel Holguín, "nos educaba, él nos malcriaba... me decía que me daba premios si me tiraba matemáticas". Se ríe un poco.

Después lo describe. Sincero y preocupado por el país. Lo que coincide con las palabras de Melva Escobar, coordinadora de Literatura del Ministerio de Cultura: "Él es el hombre universal que de alguna manera le cabía el país en la cabeza y que a través de la literatura nos pone a pensar".

Y eso se ve reflejado en sus letras, según señala Melva, pero con una manera muy tolerante. Miraba la realidad y asumía lo que pasaba ampliamente, "sin maniqueísmos".

"Digamos que regañaba mucho al gobierno y vivía muy decepcionado de la corrupción, de los políticos que no piensan en el país, sino en ellos mismos. Su gran valor como novelista es ser el primer escritor en Colombia que escribió sobre la violencia, al mismo tiempo que estaba sucediendo", cuenta Beatriz.

Lo podía mostrar en una novela, en un ensayo, en una opinión. Igual con sus muchos temas, porque por ejemplo, por lo general, la columna del domingo la dejaba para la literatura.

Siempre cuidando el lenguaje, porque si en algo se caracterizó el escritor fue por su prosa fácil y diáfana, y su buen uso del idioma. "Además de tener un gran estilo y que cada día la gente está hablando más mal y escribiendo peor, él es un modelo del buen uso del idioma, por no decirlo muy limpio, muy terso", expresa su hija.

Fue tanto así que a sus 34 años lo nombraron académico de la lengua, siendo una de las personas más jóvenes que se ha llevado ese honor.

Aquí vale la pena leerle: "Me aburre o me mortifica enormemente la dificultad que tiene el escritor para ir derecho a lo que quiere decir. Se va enredando en detalles accesorios, como el hombre que camina dentro de una selva por un suelo empantanado y lleno de hojasca. Pero es casi invencible esta dificultad de ir derecho...".

Cien años desde el primer día
De Eduardo Caballero Calderón se podrían contar tantas cosas como la cantidad de escritos que hizo: sus obras más conocidas son Siervo sin tierra y El Cristo de espaldas.

Contar, por ejemplo, que nació el 6 de marzo de 1910 y murió el 3 de abril del 93, y que dejó de escribir en los años ochenta, cuando se murió su esposa y porque ya no salía tanto que "se dio cuenta que las cosas lo estaban soprepasando".

También que a sus hijos les contaba muchas historias y les iba leyendo sus escritos. "De pronto se levantaba de la mesa y decía, '¡uy! tengo que ir a escribir, porque está interesantísimo. Vamos a ver que pasa con el Cristo'".

Y para sumar una más, que por todo lo anterior y el centenario de su natalicio, este año es el de Caballero Calderón.

Termina él: "Al caminar sin rumbo fijo por la calle o al sentarse a fumar un cigarrillo el espíritu, el yo íntimo, se le fuga por la tangente".