Un buñuelo difícil de digerir
Quién iba a pensar que un buñuelo, símbolo de nuestra tradición gastronómica, llegara a convertirse en una pesadilla para muchos de los que transitan las vías de Medellín.
Y lo digo porque no se puede ser buñuelo en una ciudad como la nuestra. Los que hasta ahora empezamos a manejar no tenemos espacios y entre tanta impaciencia por los que llevan años detrás del volante, me pregunto de dónde habrá salido dicha expresión para calificar a los bisoños, a los aprendices.
Cuando pienso en un buñuelo, confieso que no demora en hacerse agua mi boca, además de recordar todas las utilidades que le damos en nuestra extensísima gastronomía antioqueña.
El buñuelo es infaltable en la Navidad y díganme si hay algo más rico que un buñuelo calientico que se derrita en la boca, con natilla y demás acompañantes de esta anhelada fecha.
O quién no ha llevado a su casa temprano, en las típicas bolsas de aluminio donde suelen empacarlos para mantener sus propiedades, unos buñuelitos para desayunar un domingo. Y qué me dicen del buñuelo en la casa de los abuelos, tardeando con lo tíos y primos, seguido de un buen chocolate. Es una exquisitez.
Ahora bien, y después de darles una pequeña demostración de lo que un buñuelo puede llegar a representar en nuestras vidas, no me queda más que decir que nos tengan paciencia, que cuando se adentren en las transitadas vías de una ciudad congestionada como la nuestra, afanados por el pico y placa, y con el vestigio de una tarde llena de sol, antes de apasionarse desenfrenadamente con el pito, o de cerrarnos en la vía, incluso gritarnos este buñuelo, piensen en las bondades de este maravilloso manjar y se adentren en las mieles de su exquisito sabor, para que nuestro bisoño y buñuelo aprendizaje no se prolongue por meses interminables y podamos transitar en las vías orgullosos de dejar atrás ese pasado que nos persigue y sonroja.
Para los que no son fanáticos del buñuelo, a diferencia mía, no les queda otra opción que utilizar la bien llamada inteligencia vial, solidaridad con los demás conductores. Hagámonos fácil este cuento de la manejada y para los conductores pacientes, hombres y mujeres que sonríen y demuestran gestos de solidaridad con los sudorosos, atravesados e imprudentes buñuelos, agradezco este alentador gesto de la manera más entrañable.
Amigo, joven, señor, usted que maneja, evítese la molestia de una indigestión por un atravesado buñuelo. En cambio, lo invito a disfrutar y recordar cuando usted era quien ostentaba este particular calificativo y empezaba atemorizado como nosotros a manejar solo.
Sé que aunque no se lo podamos decir, afanados por no chocarnos con el que tenemos a nuestro lado, en el fondo de nuestro ser agradeceremos el gesto de un fanático, cordial o no tan enamorado conductor del famosísimo buñuelo.