Un carro que apunta a un rodar sobrio y sereno
Un vehículo que apunta a un público maduro, que busca en sus desplazamientos comodidad, seguridad y desempeño eficiente.
Con un diseño menos radical y vanguardista que su antecesor, más en la línea ortodoxa, el Megane III Hatchback, de la francesa Renault ofrece una alternativa de competencia en el mercado de los automóviles de tamaño mediano.
Una línea que se hermana con la del modelo mayor sedán, el Fluence. Hermanamiento que también se evidencia en el detalle de su propulsor.
Detalles de familia
Comparten el 2.0 litros de 143 caballos de potencia que hace parte del trabajo conjunto con la otra marca principal del grupo: Nissan
Con su tarjeta inteligente en la ranura de conexión, el botón de arranque oprimido, comienza una marcha serena. Su objetivo no es quemar llanta en el asfalto. Es un carro de manejo predecible, tranquilo, apoyado en la gestión de una caja automática tipo CVT (en la unidad probada por El Colombiano) con la posibilidad de manejo semimanual desde la misma palanca selectora.
El trabajo conjunto de promotor y transmisión se traduce en respuestas rápidas al acelerar, pero sin perder la compostura en la manifestación del aumento de velocidad. También su manejo es equilibrado al tomar curvas y giros, con la ayuda de una dirección suave, de comportamiento correcto en cuanto la sensibilidad a la ruta y ágil para maniobras como la reversa.
Sí llama la atención que el trabajo que hace la suspensión al contacto con la superficie se note más de lo esperado en el interior del vehículo, con golpeteos un poco molestos.
Adentro, el ambiente, aparte de la anotación anterior, es cómodo aunque la caída del techo atrás por diseño limita un poco el espacio en altura. Su visibilidad es en términos generales buena, pero con una luneta trasera estrecha.