Histórico

UN GOBIERNO SECUESTRADO

07 de octubre de 2013

El gobierno de Barack Obama está secuestrado por la extrema derecha. El Partido Republicano, pero sobre todo su facción más radical expuesta en ese grupúsculo denominado el Tea Party, tiene paralizada la primera potencia del mundo mediante el chantaje y la desmedida presión política.

Los republicanos, mayoría en la Cámara, decidieron no aprobar el presupuesto gubernamental como una forma de presión para que Barack Obama retire su propuesta de reforma a la salud, la apodada "Obamacare", que pretende ampliar la cobertura médica. Obama no da su brazo a torcer, pues la reforma es quizá su mayor triunfo político y los republicanos, como consecuencia, no firmaron el presupuesto que paga los salarios del gobierno. La decisión mandó a la casa a 800 mil empleados públicos.

El Tea Party considera que Obama está ampliando la injerencia del Estado en la vida privada al convertir el tema de la salud en un asunto público y que, además, al obligar a los empresarios a contratar servicios de salud para sus empleados se desestimula la contratación. La clásica pelea política del Estado chico contra el Estado grande.

Esta extrema derecha, que defiende el aislacionismo de Estados Unidos en política internacional, que no cree en los anticonceptivos y que por supuesto se opone al aborto y al matrimonio de parejas del mismo sexo; considera que esta es su pelea definitiva. Y así la está peleando. Secuestró al gobierno gracias al sistema de pesos y contrapesos que permite un intenso control del Legislativo al Ejecutivo.

La más perjudicada en esta lucha es, por su puesto, la ciudadanía que según las últimas encuestas divide las culpas entre el Capitolio y la Casa Blanca. Acusan a los republicanos de radicales y a Obama de ser un intransigente que ni siquiera ofrece caminos de negociación.

La pataleta de Washington es una nueva angustia para la economía mundial. A la potencia cada día de parálisis le cuesta 300 millones de dólares y el resto de mercados del mundo, principalmente los europeos, están nerviosos al entender que será cuestión de semanas para que el coletazo pegue con fuerza a unos mercados con más de un lustro en la cuerda floja.