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Un soneto para despedir al amigo

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11 de septiembre de 2009

Hoy, luego de leer las nutridas y bellas crónicas de su periódico EL COLOMBIANO, escribí el siguiente soneto que quiero ponerlo en sus manos.

Sé que nos abrazamos, mi estimada Directora, espiritualmente, en estos dolorosos momentos para ambos y para todos en general.

Soneto a un gran misionero
Aquel domingo azul de primavera

te internaste feliz en la espesura

a disfrutar la sin igual frescura

que brotaba en el campo por doquiera.

Luego perdiste el rumbo y en la espera

llegó la noche con su capa oscura

y se tornó en angustia tu aventura

al sentirte extraviado en la pinera.

Creo que allí escuchaste en ese instante

que Jesús, Compañero Caminante,

te llamaba a su lado desde el Cielo.

Hacia Dios ya tu espíritu ha partido

y aquí en la Tierra se quedó dormido

tu cuerpo entre los brazos del riachuelo.

Envigado 10.9.09