Un viaje "loco" se sufre en Circular Sur
MUCHOS USUARIOS SE quejan por la forma como los transportan en esta ruta, la 303, una de las que más se utilizan en la ciudad por su amplia cobertura. Los pasajeros denuncian, los conductores se defienden y el Tránsito anuncia controles.
La experiencia de montar en un bus de la ruta Circular Sur 303, fue peor de lo que alcanzaron a expresar varios ciudadanos en quejas dirigidas a este diario, en las que se consideran atropellados.
Ellos lo justificaron porque los buses exceden la velocidad permitida, manejan brusco, hay momentos que llevan sobrecupo y no respetan las normas de tránsito.
Para comprobarlo, nos mezclamos con los demás usuarios y la vivencia fue casi mayor que lo denunciado.
Las voces de los usuarios lo respaldan. "Voy para el Éxito de Laureles, pero el trato en los buses no es bueno, lo tratan a uno como bulto. No hay cordialidad ni cuando uno se monta o se baja. Arranca ahí mismo", cuenta una pasajera.
Está temprano, el bus va en dirección al Centro, más lleno que el estadio en un clásico. No hay sillas libres, hasta las manillas azules del techo están ocupadas. No se puede negar que el bus va muy rápido, y con movimientos bruscos. "Yo siempre tengo preparada la plata justa antes de montarme al bus, y tengo las manos libres para poder pagar rápido y sostenerme bien, para no caerme por la velocidad", dice la pasajera que va para el Éxito.
Se sigue montando y bajando gente. Una jovencita, que va sentada, lleva en los pies una caja con gelatinas y otros postres para vender. El bus frena y la chica hace cara de que llegó a su destino. Se le ve la angustia en los ojos.
¿Cómo va a hacer para bajase sin que se le caigan sus delicias o ella misma? Se para. Lo logró, la gente alrededor se calma, por que la angustia ya no es personal, es comunitaria. Una señora le acomoda unas gelatinas que se le movieron y otra la sostiene mientras se baja con cuidado.
"Dentro de los pasajeros hay mucha cordialidad y se ayuda mucho", cuenta otra pasajera. Rápidamente el bus continúa, moviéndose más que un grupo de saltamontes de fiesta. Parece que uno está montado en una montaña rusa.
"Si el conductor va muy rápido yo me bajo y me monto en otro bus, porque soy muy miedosa. Muchos están en la guerra del centavo", agrega otra pasajera.
"Esa guerra está desapareciendo. He ido varias veces a talleres para conductores de bus, donde nos enseñan otra cultura", responde el conductor del bus con una sonrisa amable.
"Nosotros en esta ruta tenemos un tiempo definido para llegar a un sitio, pero no hay ningún control como en otras rutas y empresas. Si no cumplimos el tiempo no hay consecuencias. Por eso no nos estresamos tanto, sigue contando el conductor.
Es difícil entender su amabilidad y calma después de haberse montado en este viaje de "locos". Porque el que no se agarra, vuela o toca el techo, de los saltos tan fuertes y repentinos que suceden.
"Los pasajeros no tienen la misma perspectiva que nosotros, cuando uno frena brusco creen que es nuestra culpa, pero son consecuencias de lo que pasa en la vía. Y además la topografía y los diferentes modelos de bus influyen", defiende el conductor.