Histórico

Viaje al comienzo de la creación

DETRÁS DE LOS vestidos, las joyas, los zapatos y los accesorios, hay un proceso que pasa por las manos, el corazón y la cabeza. Un cuento completo.

23 de agosto de 2010

Ir de compras no tiene mucha ciencia. Salvo caer derretido por algún vestido, abrir la billetera, pagar, irse con un montón de bolsas, una sonrisa y esperar el día elegido para salir a la calle.

Y, sin embargo, detrás del vestido, de los zapatos divinos del almacén de la esquina y del collar aquel que ojalá le regalara el novio, hay todo un proceso al estilo de los cuentos de hadas y, a veces, hasta de batalla heroica.

El vestido se cuelga en el clóset, sin saber, que para hacerlo posible, tiene todo una historia, y hasta larga y emocionante. Casi como una receta con ingredientes y preparación.

No en vano se ríe Patricia Mejía, diseñadora y dueña de Binario: "los únicos que van al cielo son los zapateros".

Para empezar, se necesita pasión. Una para ver hasta en la comida o en el árbol del jardín, inspiración, que luego será convertida en idea y en rayas y en boceto y en patrón y en tela y en hilos y la lista sigue, hasta ser falda o blusa.

"Cualquier cosa es posible. No hay una imagen o un tema especial. Los mismos materiales a veces te dan la pauta", cuenta la diseñadora María Paulina Arango, quien creó una marca de ropa y accesorios que lleva su nombre.

Diseñar implica ir a los libros, investigar sobre el tema, buscar, mirar revistas, escoger materiales, hacer mezclas, 'jugar' con los colores, borrar, volver a empezar, decir que sí o que no, y hasta no dormir.

Y sea diseñador de zapatos, de ropa, de bolsos o de joyas, que cada uno tiene su estilo y su forma de trabajar, también necesitan entender todo el proceso que sigue una prenda para poder hacer cambios y lograr que esa idea se materialice en un anillo, por ejemplo.

El proceso es para ver despacio. De unas pepas pequeñas, que llegan sin brillo, y por eso se ven hasta blancas, y que, aunque no se crea, es plata, se hacen todas unas joyas con detalles minuciosos. Parece cosa de magos y de paciencia. Fundir, laminar, hacer hilos, esperar, brillar, pulir, dar forma y así sucesivamente y en desorden. El resultado, la areta que brilla, que está hecha de enredos de hilos de plata, que ahora sí, brilla de lo lindo.

Todo lo anterior hablando en términos artesanales y manuales. Esos que le ponen a cada prenda, un pedacito de alma del que se los ingenió y soñó.

Detrás de lo que nos ponemos, hay toda una historia, que puede empezar por el Había una vez...