Vicepresidente: ¿y ahora qué?
La OIT no le jaló a resolverle un problema interno al Presidente colombiano. ¿Qué hacer ahora, no sólo con Angelino Garzón, sino con la Vicepresidencia, para no seguir dando tumbos?
Para nadie fue un secreto que el afán del Gobierno, y particularmente del Presidente Juan Manuel Santos , de postular al Vicepresidente Angelino Garzón a un cargo internacional, obedeció al intento de solventar un problema político interno.
Una vez posesionado de su cargo al lado de la Casa de Nariño, el Vicepresidente Garzón muy pronto se salió del libreto que el pragmático Santos le tenía asignado como compañero de fórmula electoral.
Con una actividad política no siempre discreta, una agenda personal no alineada del todo con la del Gobierno, unas cuantas declaraciones salidas de tono y de contexto, Garzón puso a pensar a Santos qué hacer no sólo con él, sino con la propia institución de la Vicepresidencia.
Una coyuntura en la burocracia internacional le presentó la posibilidad al Presidente de encontrarle destino, lejos, a su díscolo número dos : el chileno Juan Somavía anunció su retiro anticipado de la Dirección de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Aunque surgida al calor de la dinámica política interna, la posibilidad de postular a Angelino a ese cargo no era del todo descabellada: fue sindicalista por años, Ministro de Trabajo, e incluso embajador ante los organismos de la ONU con sede en Ginebra, donde funciona precisamente, entre otras, la OIT.
El Gobierno se alineó con la directriz presidencial de iniciar de inmediato la búsqueda de apoyos en el exterior para el Vicepresidente colombiano. La Canciller, ya fuera en giras programadas para otros asuntos o específicamente para la candidatura a la OIT, viajó a varios países para hacer los contactos de rigor.
Todo esto a cargo del presupuesto público. No es la primera vez que sucede, pues las candidaturas de colombianos a puestos relevantes en cargos internacionales (la OEA para César Gaviria , Unasur para María Emma Mejía , por ejemplo) se han impulsado a través de la chequera nacional. Pero como esta vez el candidato no ganó, las preguntas sobre el monto gastado no tardarán. Y deberán ser respondidas sin dilaciones ni subterfugios.
El que Garzón fuera a reemplazar a otro latinoamericano, el chileno Somavía, pudo restar puntos desde un inicio, aunque no siempre en estos organismos internacionales hay cambio de continente cuando se retira un titular. De hecho, en la misma ONU, el egipcio Boutros Boutros Ghali fue reemplazado por el también africano Koffi Annan.
Sin embargo, fue el propio Garzón, con sus declaraciones en Colombia, el que puso más obstáculos a su candidatura. Verbigracia, cuando dijo que no veía incompatible desempeñarse al tiempo como Vicepresidente y como cabeza de la OIT, demostrando un desconocimiento grave no sólo de la Constitución colombiana, sino de los Estatutos de la OIT.
O cuando confundió lo que sería su papel diplomático en ese organismo de la ONU con la posibilidad de resolver problemas internos de Colombia. Los diplomáticos extranjeros debieron reportar todos estos deslices, puntualmente, a sus respectivos gobiernos.
Queda Santos, entonces, con el "problema Angelino" sin resolver. Que no es sólo un asunto personal. Toca el papel mismo de la institución, que parece no haber encontrado acomodo en la realidad política, sobretodo la actual. Y teniendo a la vista, además, los vacíos que la propia Constitución deja en su regulación y funcionamiento.