Mundo

Con pesimismo inicia diálogo venezolano

Oposición y chavismo se encuentran en México para intentar superar la crisis política del país.

Periodista de la Universidad de Antioquia con estudios en escritura de guión de ficción y no ficción.

15 de agosto de 2021

Venezuela comienza este viernes un intento, otro más, por retar el status quo en el que se ha enquistado su realidad. Delegados del gobierno de Nicolás Maduro y de la oposición se encuentran en México para iniciar unas negociaciones que tendrán primero que vencer al escepticismo. Los protagonistas del proceso cargan a cuestas el fracaso de acercamientos similares; y la presión porque el que recién empieza tuerza la historia y permita una rendija de luz en el día a día de 28 millones de venezolanos.

La incredulidad se puede cifrar. A pocas horas del inicio de la negociación, Datincorp, una firma de estudios diagnósticos que opera desde 1985, reveló que el 50,6 % de la población está de acuerdo con el proceso de diálogo. En contraste, un 39,6 % no cree en él. Las razones que sustentan la esperanza son tantas como las que auguran el fracaso. Por lo menos en tres ocasiones en los últimos 6 años el chavismo y la oposición se han sentado a hablar. En todas ellas el intento se ha descarrilado.

Primero fue en 2016, cuando unas negociaciones impulsadas por El Vaticano terminaron incluso antes de que se instalaran formalmente. La crisis política desatada por la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de paralizar el referéndum revocatorio contra Maduro acabó la esperanza. Se procuró de nuevo en 2018 en Santo Domingo, una oportunidad que también encalló después de que las partes no lograran consensuar una fecha para las elecciones presidenciales, unas que finalmente se llevarían a cabo en mayo de ese año y que Maduro ganaría con el rechazo de la comunidad internacional a su reconocimiento.

La última mesa de negociaciones inició y fracasó a finales de 2019, ya con la mediación de Noruega (que repite en esta ocasión) y con Juan Guaidó reconocido por un amplio grupo de países como el presidente legítimo de Venezuela. Las razones que explican este y los anteriores fallos se repiten en el proceso que recién empieza: el choque de las condiciones con las que tanto oposición como oficialismo llegan a la mesa.

Si bien solo hasta la instalación de las negociaciones se conocerá una agenda oficial, se prevé que los primeros pedirán adelantar las elecciones presidenciales (que serán, según la Constitución, para 2024); el reinicio del referéndum revocatorio contra Maduro; observación electoral y la liberación de los presos políticos; los segundos exigirán el fin de las sanciones internacionales que pesan sobre ellos y su reconocimiento como el gobierno de Venezuela.

“Hay dudas sobre la posibilidad de que el gobierno quiera transar con la oposición algunos elementos básicos de la convivencia política y del futuro electoral del país”, afirma Carlos Romero, politólogo y docente universitario desde Caracas, “hay muchas reservas y mucha desconfianza entre los actores”. Es tanta la fobia a una expectativa desmesurada, que son los mismos impulsores del diálogo los que se han encargado de bajarle el tono a la esperanza.

“Hay que decirle a la gente la verdad: el cambio político no se va a dar de un día para el otro”, dijo en rueda de prensa Henrique Capriles Radonski. Él representa un sector de la oposición que viene insistiendo en la necesidad política de participar de las elecciones, incluso de las regionales del próximo 21 de noviembre, con independencia de lo que ocurra en México y contra las reticencias de Guaidó, quien ha exigido garantías electorales.

“Esa dinámica de castigar con abstención al chavismo se pensó con base en que no participar de las elecciones deslegitimaría al régimen y eso animaría a Estados Unidos a intervenir”, explica Alejandro Cardozo, PhD en Historia y politólogo venezolano, docente de la Universidad Sergio Arboleda, “y eso no va a pasar. Este problema se soluciona, lamentablemente, negociando con personajes oscuros y yendo a votar. Porque solo votando se evidencia el fraude y el autoritarismo”. En el mar de pesimismo, hay algunos destellos que podrían dar cabida a la esperanza en México. El escenario internacional parece propiciar un final distinto al del pasado.

A mediados de junio pasado la Unión Europea y Estados Unidos señalaron por primera vez en el marco de la crisis venezolana que estarían dispuestas a levantar las sanciones que pesan sobre el gobierno de Maduro, “si se produce un avance significativo en una negociación global” que permita unas elecciones libres en noviembre, así como “la liberación incondicional de todos aquellos detenidos de manera injusta por motivos políticos”. Esta puerta entreabierta había estado cerrada completamente en los anteriores procesos, lo que dejaba a la oposición sin mayores elementos para presionar en una mesa de diálogo.

Hasta esa decisión, señalan las fuentes consultadas, la oposición venezolana no tenía nada que ofrecer en los encuentros con Maduro. Sobre la cúpula del gobierno de Venezuela recaían hasta diciembre de 2020, 542 sanciones según el informe Aproximación al Régimen de Sanciones Internacionales y al caso de Venezuela, de Nizar El Fakih publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo. EE.UU. y la Unión Europea son los que más las han decretado, ambos no solo tienen pleno conocimiento de las negociaciones que apenas empiezan, también las apoyan.

Venezuela inicia un nuevo intento por destrabar su futuro. Antes siquiera de las discusiones políticas, deberá superar la desconfianza con la que los contradictorios llegan a las mesas de diálogos. La desconfianza que ya en anteriores ocasiones ha descarrilado negociaciones como esta.