El inicio de una semana insólita
Como miles de parroquias, la Basílica de san Pedro lució vacía este Domingo de Ramos.
Para los papas de los últimos 60 años rezar el Vía Crucis en el Coliseo romano ha sido tradición en viernes santo. En un sitio tan evocador, donde hubo espectáculos de sangre y muerte, los pontífices van a orar en silencio y en compañía de miles de peregrinos a través de las 14 estaciones que recuerdan la pasión y muerte de Cristo.
Este año, por fuerza de la pandemia, el Papa Francisco rezará el Vía Crucis desde la entrada de la Basílica de san Pedro, en el llamado sacrato, frente a la inmensa plaza vacía y en unidad con miles de personas a través de pantallas.
La oración del Vía Crucis, recuerdo vivo de entrega y amor de Cristo por la humanidad, será ocasión para meditar sobre la justicia, el sufrimiento y la redención humana en las cárceles. Los textos de esta oración fueron escritos por reclusos en coordinación con la pastoral carcelaria de la Iglesia en Italia y en el mundo.
Las demás ceremonias del llamado Triduo Pascual, de jueves a domingo de Resurrección, serán al interior de la Basílica, con un mínimo de asistentes. Se cuentan pocos cardenales y miembros del coro vaticano.
El Papa ha dispuesto que las celebraciones sean en el Altar de la Cátedra de san Pedro y no en el principal, el que se encuentra sobre la tumba del apóstol Pedro, el primer Papa designado por Cristo.
El Altar de la Cátedra es una obra imponente que hizo Lorenzo Bernini entre 1657 y 1666. En la parte superior tiene un vitral con destellos de luz dorados y amarillos que expresan potencia y gloria en honor del Espíritu Santo, dador de luz que ilumina al Papa y a la Iglesia. También aparece la cátedra, sede o silla del Papa y cuatro padres de la Iglesia que vivieron y defendieron la doctrina cristiana de las primeras herejías, antes del siglo VI. Son: dos obispos, san Agustín y san Ambrosio, y los padres san Atanasio y san Juan Crisóstomo.
La semana anterior, un decreto de la Congregación del Culto Divino, desaconsejó la conmemoración del lavatorio de los pies, un acto optativo del Jueves Santo, día en el que se celebra la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio. No poder cumplir con el acto le ha dolido al Papa Francisco, pues desde el primer año de su pontificado ha ido a lavar los pies a los olvidados, marginados o enfermos, en 2015 fue a la cárcel romana de Rebibbia y el año pasado a la de Velletri.
El mismo decreto ordenó cancelar la misa crismal, en la que el Papa, como obispo de la Diócesis de Roma, consagra los óleos en compañía de todos los sacerdotes de esta región. También El Vaticano sugiere que muchas las expresiones populares de piedad de la semana santa, se puedan tener el 14 de septiembre, fiesta de la exaltación de la Santa Cruz y el 15 celebración de nuestra Señora de los Dolores.
Este Jueves Santo tampoco se podrá hacer la tradicional romería a los sagrarios de las iglesias donde se adora la Eucaristía. El Papa ha pedido remplazar estas visitas con más oración que demuestren el deseo de recibir a Dios en el alma, a través de comuniones espirituales.
Tal como ocurrió ayer, en el Domingo de Ramos, sin la tradicional y alegre procesión que conmemora el ingreso del Señor a Jerusalén, pero sí con la bendición y la Eucaristía que reconfortan a los fieles en su casa porque la oración encendida vence distancias, aislamientos familiares y acompaña en el sufrimiento y dolor que deja la pandemia.
Allí Francisco hizo una firme invitación a los jóvenes del mundo (ver recuadro), para que cultiven la solidaridad en estos tiempos difíciles y descubran que el servicio a los demás vale la pena. Una invitación que abarca la cercanía a los que sufren o están solos, a los que han perdido un ser querido y a los que padecen hambre y tristeza.
El Papa ha querido apoyarse en los jóvenes para que sean esperanza de la Iglesia y amigos de Cristo sin obstáculos. También ha dispuesto que se celebre una misa especial por el final de la pandemia, el eterno descanso a los que han muerto, por los que sufren en cuarentena y por la esperanza en un tiempo mejor.
Esta semana santa no sólo será insólita por la ausencia de fieles en las iglesias y procesiones, también lo será por la ausencia de los dos millones de peregrinos y sus efectos en la economía vaticana y romana. Se inicia un tiempo de profunda reflexión, tal como expresó ayer el Papa en la celebración del domingo de ramos: “resonará el Evangelio de la Pascua“ en el silencio del mundo, en el interior de quienes se dispongan con buena voluntad buscando el significado y el fin de la existencia.