El terrorismo doméstico ahora amenaza a EE. UU.
El ataque en la discoteca Pulse de Orlando, que dejó 50 muertos y 53 heridos (dos de ellos colombianos), deja en evidencia a un país vulnerable.
“Un claro ejemplo del extremismo autóctono que nos tiene preocupados desde hace tiempo”. Así calificó Barack Obama el ataque de Orlando, el más letal que su nación ha presenciado desde el 11 de septiembre de 2001.
Desde entonces, cuando Al Qaeda secuestró aviones, derrumbó las Torres Gemelas, dejó graves daños en el edificio del Pentágono y produjo la muerte de 3.000 personas, las dinámicas del terrorismo han cambiado.
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La matanza de la madrugada de este domingo fue distinta. Omar Mateen, un ciudadano estadounidense de origen afgano, disparó sin descanso en la discoteca gay Pulse con un arma automática que tenía derecho a portar en ese país.
En un espacio reducido, en el que las balas erraban con dificultad, tomó rehenes, asesinó a 49 personas e hirió a otras 53, entre las que hay dos colombianos: Juan José Cufiño con lesiones graves y Paula Andrea Blanco que ya fue operada y se encuentra estable, de acuerdo con la Cancillería.
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Ahora, al parecer, no fue un grupo terrorista el responsable. Según dijo el mismo Obama, las autoridades estadounidenses “todavía no han encontrado pruebas de que actuara dirigido”, aunque declarara su lealtad a Estado Islámico (EI) durante una llamada a la policía previa al ataque.
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Ni siquiera hay evidencia de que Mateen se inspirara en ese grupo. Si bien el FBI y otras agencias del Gobierno todavía rastrean la evidencia, todo indica que el atacante utilizó información radical que vio en internet, y que este es “otro ejemplo de extremismo de origen interno”, como concluyó Obama.
El terrorismo en casa
“Es claro el riesgo que corremos, pero es difícil controlarlo. Los enemigos están tan camuflados que ni siquiera ya sabemos quiénes son y qué buscan”, expresa Julian Zelizer, profesor de Política Pública y Seguridad en la Universidad de Princeton, y añade que el fenómeno que hoy vive su país se llama “terrorismo doméstico”.
El docente dice que la solución es “continuar y aumentar” las operaciones militares contra el EI afuera del territorio estadounidense. Luego, insiste, la inteligencia, “el corazón de nuestra seguridad nacional”, tendrá que buscar nuevas estrategias, porque en su opinión, si se entiende mejor quiénes son los posibles atacantes, qué buscan y dónde pretenden operar, será más probable controlarlos, “ya no solo son lugares predecibles, como Nueva York, sino siempre que haya personas”.
Menos extremo es José Gabilondo, investigador de temas políticos de la Universidad de la Florida. “Si miras, todos los ataques desde el 11 de septiembre han sido organizados e implementados por ciudadanos norteamericanos, por una quinta colonia que vive dentro del país”, sugiere, y manifiesta que ese es uno de los problemas de tener un país abierto.
Lo anterior, dice, aunque es un pilar de la nación, trae una contradicción: “¿Cómo reconciliar la libertad de expresión con el hecho de que hay grupos que van a usarla para socavar el sistema y para destruirlo”.
Para él, la respuesta es compleja, pero de ella dependerá el éxito de la campaña demócrata y republicana en estas elecciones presidenciales. “Si comparas las reacciones de los candidatos, uno pensaría que en este momento de crisis la gente se inclinaría más por Donald Trump, que fue el único que vinculó el hecho con una política suya: controlar provisionalmente el ingreso de musulmanes”.
Mientras tanto, opina, Clinton y Sanders fueron flojos y no lograron articular una postura clara, lo que es grave, porque muestran que no saben cómo enfrentar el problema de un pueblo que es liberal, pero que se quiere hacer daño.
Obama, frustrado
Para Eric Olson, director del Programa América Latina del Centro Wilson para la Investigación, no es claro si el objetivo del ataque fue la población de esta región del continente, ya que la mayoría de los 49 heridos tenían nombres de origen latinoamericano.
Lo que sí es cierto, afirma, “es que en Estados Unidos crece una retórica antiinmigrante bastante fuerte, que aunque no se puede conectar ya mismo con los hechos de Orlando, deja en evidencia que aquí existe un odio en términos raciales”.
La salida, dice, es que el Gobierno se tome en serio las amenazas que vienen de grupos de odio, “que no se limitan a la percepción de los radicales islámicos, sino a una población amplia y heterogénea”.
Lo otro que preocupa, insiste Olson, es el acceso fácil a armas de alta potencia y semiautomáticas, con el agravante de que aún no hay consenso político en el Congreso para endurecer las leyes que permiten la compra y porte de estos artefactos.
El mismo portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, dijo en rueda de prensa ayer que el presidente Obama está cada vez más “frustrado” con el Congreso por la ausencia de medidas legislativas “de sentido común” para controlar la venta y posesión de armas de fuego.
“Hay ciertas cosas de sentido común que el Congreso podría hacer que harían más difícil para cualquier individuo tener en sus manos un arma de guerra”, comentó Earnest, y agregó que, por ejemplo, el presunto autor de la masacre había sido investigado por el FBI pero, al no contar con historial criminal, pudo comprar de manera legal el arma con la que llevó a cabo el tiroteo: un rifle de asalto AR-15, “un arma de guerra”.
Una catástrofe sin remedio
“Los atentados van a seguir, porque aunque en la dinámica electoral se hacen promesas, ahora no hay una estrategia real para acabarlos”, advierte Ralf Leiteritz, del Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
Y es que según él, Trump seguirá interpretando los hechos de Orlando en función de su agenda política, es decir, mano dura contra el terrorismo y control migratorio excesivo; mientras Clinton continuará haciendo énfasis en que la inseguridad no se explica desde la ideología o la religión, sino en el descontrol alrededor del porte de armas.
“La discusión para reformar ambos, el control migratorio y la Primera Enmienda, está completamente paralizada en el Congreso de los Estados Unidos”, continúa el analista, y sugiere que, más allá de repudiar los hechos, los políticos de ese país no irán más allá, debido a que los legisladores están divididos y, al menos en este periodo, no dan pistas de llegar a un consenso.
“Todo dependerá de quién gane las elecciones en noviembre y con quiénes se alíe”, concluye.