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¿Por qué una estatua de Cristo causa furia en India?

La construcción de una figura de granito de las dimensiones del Redentor de Río de Janeiro despertó rechazo en la mayoría hindú.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.

15 de enero de 2020

India es la tierra de Krishna, no de Cristo. Con esa sentencia, registrada por la prensa india, el vocero nacionalista hindú Prabhakar Bhat, rechazó esta semana la construcción de un cristo en el estado sureño de Karnataka que, según los planes, tendrá 34,7 metros de altura –más una base de un tamaño por definir–; unas dimensiones similares a los 38 metros que mide en total el Redentor de Río de Janeiro.

La obra, cuya ejecución inició el 25 de diciembre y tuvo que ser suspendida solo una semana después por el rechazo que generó en los tradicionalistas religiosos, fue objeto de una marcha de cientos de personas que concluyó en Kapalabetta, la montaña en la que sería construido el monumento.

Durante el trayecto, contó el diario Times of India, los manifestantes gritaban: “Daremos nuestra sangre, pero no Kapalabetta”.

La disputa va más allá de un malentendido local. Las marchas prohindúes del lunes estuvieron integradas, sobre todo, por miembros del Partido Popular Indio, al que pertenece el primer ministro Narendra Modi, en el poder desde 2014 con un proyecto liberal en lo económico y conservador y nacionalista en lo cultural.

Justo un día antes, el domingo, Modi tuvo que ser rescatado de otro grupo de manifestantes, esta vez musulmanes, quienes bloquearon su vehículo durante una visita oficial a Calcuta, y que protestaban contra una ley de ciudadanía que excluye a los musulmanes de la condición de refugiados (ver recuadro).

La religión, y las tensiones entre la mayoría hindú y las minorías musulmanes y cristianas, está en el centro de la actualidad del país considerado, por su población de 1.300 millones de habitantes según la ONU, como la democracia más grande del mundo.

Odios heredados

El combustible de los discursos nacionalistas y antiminorías que mantienen a Modi en el poder está muy lejos en el tiempo: cerca de 800 años, para ser precisos.

Como explica Roberto Restrepo, exconsejero de la embajada de Colombia en India, muchos extremistas religiosos justifican la discriminación de minorías como la musulmana argumentando que son descendientes “los invasores que llegaron junto a las primeras incursiones del imperio Mongol en la India”, en el siglo XIII.

Esa herencia musulmana creció a tal punto que, el propio origen de la India en 1947 se dio con una ruptura religiosa: la mayoría musulmana que ubicaba regiones del oeste del país se separó y formó Pakistán.

Desde entonces, explica Restrepo, India es un país secular en la teoría –según promulgan los discursos del artífice de la independencia, Mahatma Gandhi–, pero en el que la abrumadora mayoría hindú de 960 millones de personas, el 80 % de la población según el último censo, de 2011, mantiene a los cristianos y a los musulmanes en riesgo de exclusión.

La política reciente de Modi, ha vuelto real ese miedo. En agosto del año pasado, un censo impulsado por su gobierno dejó fuera a cerca de 2 millones de personas que, según la Acnur, están en riesgo de convertirse en apátridas.

La tensión, de fondo, es por la pertenencia, y se libra tanto en los censos que ponen a las minorías a rebuscar entre sus ancestros una prueba de que son indios, como en los monumentos que atraen extremistas, ansiosos por declarar la tierra de todos en nombre de una deidad.