Europa

Escocia desafía a Londres con otro referendo para independizarse

14 de octubre de 2016

El Reino Unido estuvo a punto de disolverse en septiembre de 2014, cuando los escoceses se debatieron, por medio de un referendo, entre independizarse o continuar el vínculo con Gran Bretaña, que data de 1707.

El que era primer ministro, David Cameron, suplicó por la victoria del “No”, y entonces el referendo se cayó por una especie de compromiso tácito con el gobierno británico para que se quedara en la Unión Europea.

No obstante, con la salida del Reino del bloque comunitario, el retiro de Escocia parece no tener marcha atrás.

De hecho, este viernes, la primer ministra escocesa, Nicola Sturgeon, cumplió su promesa y anunció que publicará la semana próxima un borrador de proyecto de ley para organizar un nuevo referendo de independencia en respuesta al Brexit.

“Nos enfrentamos a una ruptura dura (con la UE) impuesta por el ala más derechista del Partido Conservador”, advirtió Sturgeon en referencia al gobierno de Theresa May.

May “no tiene el mandato para sacar del mercado único a ninguna parte del Reino Unido”, aseguró Sturgeon, calculando que esta posibilidad es una amenaza para 80.000 empleos en Escocia.

Entretanto, la respuesta de May fue contundente la semana pasada, frente a las amenazas de independencia de Escocia: “Nunca permitiré que unos nacionalistas divisivos minen la valiosa unión entre las cuatro naciones de nuestro Reino Unido”.

Presiones sobre el Reino

Según Michelle Egan, coordinadora del Programa Europa Global del Wilson Center, los impactos del Brexit no se han hecho esperar. Poco después de que se conocieran los resultados de la votación, la libra se desplomó. La inversión ya se había reducido en el período previo, debido a la incertidumbre sobre el voto, y preocupa que si bien el Reino Unido tiene una buena tasa de empleo, ha concentrado las posibilidades de trabajo en la ciudad de Londres y en su sector financiero, “por lo que es una economía desequilibrada”.

De acuerdo con Arlene Tickner, internacionalista de la Universidad de Los Andes, a lo anterior se suman los movimientos separatistas de Escocia, cuya independencia ya toma forma, y de Irlanda, que también podría apelar al referendo.

Eso, para Tickner, “sí que es inquietante”. De acuerdo con la investigadora, aunque el territorio ya está vacunado contra la guerra, preocupa que se vulnere el acuerdo de paz que se firmó allá entre 1994 y 1998, ya que la Unión Europea es guardián de su cumplimiento.

“Es evidente es que la Unión Europea jugó un papel fundamental en el acompañamiento del acuerdo, y en el mejoramiento de las relaciones con Gran Bretaña. Por lo tanto, eliminar esa fuente de acompañamiento podría afectar negativamente la estabilidad”, concluye.

Sin salidas

Egan es enfática en que será difícil que Gran Bretaña logre renegociar más de 50 acuerdos comerciales que sostiene con la Unión Europea. “Esta es una tarea gigantesca y tomará tiempo y esfuerzo”, reflexiona.

Y es que ya es un hecho que el bloque no le ofrecerá a Londres ninguna condición más suave que un perjudicial “Brexit duro”, según dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

Si bien él, que supervisará la negociación entre Londres y Bruselas, destacó que tal reversión en el resultado del referendo era muy improbable desde que se conocieron los resultados de la votación, dijo que Reino Unido tenía pocas posibilidades de asegurarse el llamado “Brexit blando”, es decir una separación de la UE en la que mantendría los beneficios de pertenecer al bloque, pero sin los costos.

Tusk se burló de la promesa de campaña a favor del “Brexit” que sugería que los británicos podrían “quedarse con el pan y con la torta”, diciendo que Reino Unido no podría mantener las ventajas de un miembro de la UE mientras rechaza la inmigración europea y niega la autoridad de las cortes del bloque.

“No habrá compromisos en ese sentido”, dijo el funcionario. “La cruda verdad es que el Brexit será una pérdida para todos nosotros. No habrá tortas sobre la mesa. Para nadie”.