Alexei Navalny, el opositor de Putin que Occidente quiere rescatar
Alexei Navalny pasó de bloguero a ser el contrapeso a Putin. Recibe apoyo de EE. UU. y la Unión Europea.
Periodista de la Universidad de Antioquia con estudios en escritura de guión de ficción y no ficción.
El viejo mantra en la política: el enemigo de mi enemigo es mi amigo, aplica para definir la relación de Occidente con el ruso Alexei Navalny. Opositor a Vladimir Putin, ha sido la cara que la Unión Europea y Estados Unidos han elegido defender como la representación de que hay alguien que se resiste al poder casi completo de Putin en Rusia. Navalny, pese a eso, está lejos de representar el ideal democrático que las potencias occidentales sueñan algún día gobierne en el Kremlin.
Alto, de ojos azules y voz profunda, este ruso de 44 años se ha convertido en una piedra en el zapato cada vez más molesta para Putin. Su condena a dos años y ocho meses en prisión, dictada por un tribunal de Moscú a inicios de febrero, despertó el rechazo unánime de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos. Ambas potencias calificaron el fallo de “arbitrario e injusto” y exigieron a Rusia su liberación. El choque diplomático alcanzó matices oscuros cuando la UE y Rusia expulsaron mutuamente a diplomáticos.
Su figura ha sido comparada a la de Mandela o Gandhi, como lo hizo en una columna de opinión de agosto de 2020 Michael McFaul, embajador de EE.UU. en Rusia: “La lucha heroica de Navalny no es diferente de las luchas de Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela y Václav Havel. Si bien Navalny aún no ha tenido éxito, no debe haber duda de que su causa es buena y justa”, escribió en The Washington Post. ¿En qué momento Navalny se tornó en pieza fundamental del ajedrez diplomático alrededor de Rusia?
Un bloguero a la fama
“Es un personaje interesante. Es el opositor a Putin, de quien se tienen una serie de ideas preconcebidas que dicen que es autoritario y poco democrático, entonces cualquier oposición a él se entiende como maravillosa. Aunque Navalny es conocido como bloguero, ya había incursionado en la política”, explica María Teresa Aya, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado. Lo hizo en Yábloko, el partido liberal ruso, en 1991, de donde fue expulsado en 2007 por sus ideas ultranacionalistas.
Durante esos años su voz no fue precisamente la del líder democrático que se piensa es hoy. Se asoció a “Marcha Rusa”, un grupo ultranacionalista ruso que usa como bandera el estandarte negro, amarillo y blanco del Imperio Ruso, y protagonizó marchas contra la migración al grito de “Rusia para los rusos”. Entre sus videos como bloguero (en donde hoy tiene más de 13 millones de seguidores), todavía es pública la entrada donde compara a la población del Cáucaso con las cucarachas.
“Si bien las cucarachas se pueden matar con una zapatilla, en el caso de los humanos se recomienda una pistola”, dice Navalny frente a una cámara. “El señor no es ningún santo. Recoge mucho el nacionalismo ruso que también es lo que la gente quiere”, explica la profesora Aya.
Tras su expulsión de Yábloko, Navalny creó su propio movimiento, Narod, de posiciones nacionalistas y antimigratorias. Su figura comenzó un rápido giro liberal al ganarse, en el 2010, la beca Maurice R. Greenberg de la Universidad de Yale, que busca fomentar líderes globales.
“Se convirtió en una cara visible de la oposición a Putin”, explica Aya. “Lo comenzaron a seguir Onegés de Occidente que estaban buscando alguien en contra del Kremlin: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. El enemigo de este señor es Putin, no sabemos muy bien por qué, pero eso lo hace mi amigo”. Su discurso apuntó hacia la denuncia de corrupción en el Estado ruso, dirigiéndose a una población joven insatisfecha en Moscú, en donde se presentó como candidato a alcalde en 2013, quedando en segundo lugar con poco más del 27 % de los votos, muy lejos de Serguéi Sobianin, aliado del presidente ruso, que ganó con el 51,33 % de la votación.
Esta diferencia bastó para que Leonid Ivlev, vicepresidente de la Comisión Electoral Central (CEC), señalara esas elecciones como “las más competitivas entre partidos políticos en toda la historia moderna de Rusia”. La figura de Navalny se catapultó, además, por una serie de entradas y salidas a las cárceles por liderar manifestaciones públicas contra el Gobierno. En 2014, un año después de las elecciones en Moscú, fue condenado en un caso de fraude comercial y blanqueo de capitales a 3,5 años de prisión, una sentencia “congelada” a condición de que Navalny se presentara periódicamente a los juzgados.
“Cualquier opositor para Putin es importante: desde el checheno más chiquito hasta el más grande. No hay opositor grande o pequeño, hay oposición y con esa hay que acabar. Él siempre encuentra la manera de que sus opositores caigan”, explica la profesora Aya. En agosto de 2020, mientras se dirigía en un vuelo de Siberia - Moscú, el líder opositor fue envenenado, según denunció su portavoz y confirmaron posteriormente autoridades alemanas.
Tras su envenenamiento, Navalny fue trasladado a Alemania, donde logró salvar su vida. Según las autoridades rusas fue ese viaje el que configuró el desacato a la sentencia de 2014 de presentarse periódicamente a los estrados judiciales. A su regreso a Moscú el 17 de enero de 2021 lo esperaban los militares. Su captura despertó protestas en más de 60 ciudades de Rusia.
Callar a Navalny
“Es la primera vez desde que Putin es presidente que un opositor logra tal movilización. Y eso obliga al régimen a responder, a no ser pasivo. Navalny es una suerte de versión rusa de Edward Snowden”, señala Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, antes de agregar, “aún así, no es que sea un peligro, realmente, porque la popularidad del presidente ruso es muy alta”.
En las pasadas elecciones a la presidencia de ese país, en 2018, Vladimir Putin ganó con el 76,69 % de los votos, seguido, muy de lejos, por el Partido Comunista, con el 11,77 %. Si bien a estas elecciones Navalny no se pudo presentar, pues un fallo judicial en 2018 se lo prohibió, el Centro Levada, una organización no gubernamental de Rusia reconocida como agente extranjero en ese país, no le da más de un 5 % de popularidad entre la población rusa, según su más reciente encuesta, del pasado 4 de febrero.
“La euforia en la comunidad liberal es claramente muy exagerada. La masa principal de la población está respondiendo de manera inerte a todos los eventos relacionados con Navalny”, dijo a la agencia Reuters Lev Gudkov, director de Levada, con sede en Moscú. Putin se mantiene como el político más fiable para los rusos, con una calificación del 29%, cinco puntos porcentuales menos que en octubre.
“Nosotros tendemos a mirar todo con el prisma occidental de lo que está bien y está mal. Y en el mundo hay muchos grises. Yo creo que en Rusia tienen una visión distinta de lo que es la política y el papel que tiene que jugar en la nación el líder político”, reflexiona Aya. Entonces, ¿por qué Navalny es tan importante para Occidente?
“El enfrentamiento diplomático alrededor de Navalny hay que entenderlo como uno más en medio de un contexto ya caldeado. Él es un elemento más”; señala Jassir. Se refiere, por supuesto, a una serie de desencuentros entre Rusia y el mundo occidental que tienen en la anexión de Crimea (Ucrania) en 2014 y en la supuesta intervención rusa en las elecciones de Estados Unidos en las que ganaría Trump, los picos más importantes.
“¿Ganarse la enemistad de Europa? Pues es que nunca han sido muy amigos”, corrobora Aya. Ambos académicos concuerdan en que las relaciones de Rusia con el mundo occidental se han mantenido en un nudo, congeladas por la capacidad de ambas partes de hacerse daño, y al mismo tiempo, de necesitarse.
“Rusia está jugando cada vez más fuerte en el escenario internacional. No solo es la gran expensa de gas de la Unión Europea, hoy, en medio de una pandemia, es la dueña de una vacuna con más del 90% de eficacia”, dice Jassir, “y eso es algo que va a utilizar para neutralizar todas estas protestas internacionales respecto a Navalny”.
El líder se mantiene en prisión desde su llegada a Moscú. A finales de enero publicó un mensaje en su cuenta de Instagram en el que habló de su salud. “Mi estado psicológico y emocional es estable. Tengo la total certeza de que ahí fuera muchas buenas personas acudirán en mi ayuda”. A su alrededor se sigue tejiendo un ajedrez diplomático en el que es solo una pieza más