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Nadie se salva solo: Papa Francisco

El Cristo que Francisco besó ayer fue el mismo al que, en 1522, se le atribuyó la cura de la peste de Roma. El Máximo Pontífice se mostró preocupado por la situación de coronavirus y le pidió a sus feligreses tener fe.

28 de marzo de 2020

Es una Bendición que solo concede el Papa en dos momentos del año, Pascua de Resurrección y Navidad, pero ante la incertidumbre y dolor del mundo con la pandemia que, en pocas semanas ha cobrado la vida de más de 26 mil personas, el Papa Francisco decidió impartirla, como un beneficio extraordinario que sana el alma, perdona las heridas del pecado y acrecienta la esperanza.

En medio de una lluvia primaveral, el Papa, acostumbrado a participar en audiencias de miles de peregrinos y saludar desde el papamóvil, subió caminando en solitario hasta el llamado sacrato de la Basílica. Desde allí, hizo un recuento del impacto que ha dejado el virus y de la necesidad de mantener la caridad y la unidad en medio de la tormenta, evocando el Evangelio que narra la barca en medio de la tempestad, el Señor que dormía y los discípulos que le pedían ayuda. “¡Maestro!, gritaron, ¿no te importa que nos ahoguemos?”.

La voz del Papa Francisco se escuchó de frente al imponente obelisco que adorna la Plaza y en medio de las columnas diseñadas con perfección por Bernini. Desde allí insistió en la solidaridad y unidad para enfrentar la emergencia, porque nadie se salva solo.

Conmovido reconoció la labor del personal médico y sanitario, trabajadores de la cadena alimenticia, transportadores, miembros de las fuerzas de seguridad, sacerdotes y religiosas que han entregado su vida o las están entregando en algún hospital escondido, personas comunes que no aparecen en los medios. Tan solo en Italia han muerto 39 médicos contagiados en las últimas semanas.

Un reconocimiento a quienes han estado pendientes de los demás, incluso del mismo Papa y de los casi mil habitantes del Estado Vaticano. Francisco, al iniciar la cuaresma, tenía tos y malestar, situación que le impidió asistir al retiro espiritual de la curia y después le obligó a practicarse el test del coronavirus que finalmente salió negativo.

Luego de la práctica del test, el Papa y sus colaboradores tomaron decisiones para proteger a todos los peregrinos y al personal de la curia. Cancelar las audiencias de los miércoles y el Ángelus de los domingos con Plaza vacía, ha sido una responsable y dura determinación del Papa. Estas limitaciones las ha sanado, de alguna manera, con la transmisión en directo de la celebración de su misa diaria en el oratorio de Casa Santa Marta. Millones de personas en cuarentena la siguen diariamente, igual los mensajes de los miércoles y el Ángelus desde la biblioteca vaticana.

En las últimas semanas, en diversos mensajes, el Papa ha animado al mundo a mantener la esperanza pues con el Señor a bordo no se hunde la barca. Una idea que ha expresado al consolar a quienes han perdido seres queridos por el virus.

Italia cumple 20 días de cuarentena, con más de 80 mil contagiados y 8 mil muertos. Un drama que el Papa ha seguido con dolor. Hace dos semanas, buscando la ayuda del Cielo, fue a la Basílica de Santa María La Mayor a visitar a la Virgen Patrona de Roma, Salus Populi Romani, Salud del Pueblo de Roma, y de regreso al Vaticano visitó también la iglesia de san Marcelo, donde se encuentra el Crucifijo Milagroso.

La oración intensa del Papa y de toda la Iglesia le motivó, hace 15 días, a impartir esta Bendición Urbi et Orbi y llevar hasta san Pedro el icono de la Virgen y el Crucifijo. Ambos presidieron la ceremonia y ambos han protegido a Roma de pestes y tragedias. El Crucifijo, de manera milagrosa, detuvo la peste que azotó Roma en 1522.

El Papa rezó en silencio delante de la Virgen, besó el icono e igual el bello Crucifijo de madera. Después rezó delante de la Eucaristía, una profunda oración en silencio en la que encomendó a todas las personas fallecidas, los que se encuentran en los hospitales y a todos los contagiados. Su oración fue intensa para que cese este tiempo de prueba.

El silencio de la Plaza solo se rompió cuando el Papa alzó la custodia con la Eucaristía para bendecir, mientras sonaban las campañas de la Basílica. Una bendición de sanación en el alma, disposición al querer de Dios y esperanza firme en que de esta epidemia las naciones saldrán adelante, un desafío que el Papa sabe ubicar entre la ciencia, la política y la fe.

*Docente y escritor

Si quiere leer la oración que hizo el papa Francisco, de clic aquí: En soledad, el Papa bendice al mundo