Mundo

Últimos de la fila: se demora la vacunación en países pobres

Desigualdades económicas, sociales y comerciales lanzan a las naciones a un mercado voraz.

06 de mayo de 2021

El día que vacunaron a Margaret Keenan contra la covid-19 le tomaron una foto que se convirtió en la portada de cientos de periódicos y que fue vista como un símbolo de esperanza para millones de personas. “Finalmente podré pasar tiempo con mi familia y mis amigos en Año Nuevo después de haber estado sola todo el resto del año”, dijo ‘Maggie’, como la llamaron cariñosamente los periodistas.

Aunque fue la primera en el mundo en recibir la vacuna de Pfizer y BionTech el 8 de diciembre del año pasado, para entonces miles de personas ya se habían vacunado antes con la Sputnik V, la vacuna rusa.

Para ese momento, sus fabricantes no habían publicado todos los resultados de los ensayos clínicos y, al parecer, los culminaron casi al mismo tiempo que vacunaban a su población. Esto generó suspicacias entre los países de Norteamérica y Europa, que celebraron la vacunación de ‘Maggie’ como si fuera la primera del mundo.

Más tarde, se supo que la Sputnik V tenía un porcentaje de eficacia del 92 %, según una publicación de la revista Lancet. Aun así, todavía hay países que la ven con reservas (el regulador sanitario de Brasil, por ejemplo, no autorizó su uso).

Las cifras de la agencia Bloomberg muestran que hasta el pasado 2 de mayo Rusia había aplicado 19,8 millones de dosis (el equivalente al 6,7 % de su población totalmente vacunada), Reino Unido ha ido más rápido y acumulaba 49,8 millones de dosis (el 37,3 % de su población con el esquema completo) y EE. UU. contaba ya con 246 millones (el 38,2 % de su población). Países como Israel (10,5 millones de dosis aplicadas, 57,7 % de su población totalmente inmunizada) y Chile (14,9 millones de dosis, 38,9 % de la población) también se encuentran a la delantera.

‘Sálvese quien pueda’

Entretanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido desde meses atrás que los países de ingresos bajos podrían quedar desprotegidos ante el virus. “El precio de este fracaso se pagará con vidas y medios de subsistencia en los países más pobres del mundo”, vaticinó Tedros Adhanom Gebreyesus, director general de la OMS, en enero.

En una columna publicada por The New York Times el pasado 22 de abril, Adhanom Gebreyesus reveló un dato que aunque decepciona, no sorprende: el 81 % de las dosis contra el covid se aplicó en países de ingresos altos y medio altos. En contraste, aquellos con ingresos más bajos usaron el 0,3 % de las vacunas.

Según estimaciones compartidas por Onusida, solo un 3 % de los habitantes de 100 países en vías de desarrollo podría ser vacunado para la mitad de este año. Y “en el mejor de los casos”, el 20 % podrá obtener una dosis para finales de 2021.

El director del organismo destaca el esfuerzo que ha hecho la OMS con el mecanismo Covax (que busca que los países que no tienen los ingresos suficientes para competir por las vacunas accedan a ellas).

Aunque las respuestas de los expertos varían, todo apunta a que la inmunidad en un país se alcanzaría cuando esté vacunado entre el 70 % y el 80 % de la población. Mientras tanto, Covax planea otorgarles a las naciones cobijadas por su mecanismo la cantidad de dosis suficiente para inmunizar al 20 % de sus habitantes.

Daniela Mora Vera, magíster en Relaciones Internacionales y profesora de la Universidad Católica de Ecuador, sostiene que esta escasez de vacunas responde a una lógica de “sálvese quien pueda”. “Estamos viendo que hasta cierto punto se comparten los riesgos (sanitarios), pero no las respuestas a estos”, advierte.

Según ella, instituciones como la OMS tienen un margen de acción limitado. “En ellas participan estados miembros que tienen diversos niveles de influencia... entonces terminan pesando mucho sus intereses en las decisiones que toman las organizaciones”, explica la experta.

Germán Casas, presidente para Latinoamérica de la fundación Médicos Sin Fronteras, dice que los esfuerzos para ayudar a los países vulnerables son válidos. “El problema es que la OMS no tiene ninguna autoridad sobre las farmacéuticas. Estas son empresas privadas que le corresponden más a la Organización Mundial del Comercio (OMC)”, explica Casas.

Por eso, sostiene que reclamarle a la OMS una mayor regulación a los productores de vacunas es desconocer cómo funciona el mercado farmacéutico. “La autoridad la tiene la OMC, lo cual desde mi punto de vista es terrible. El hecho de que una gente que salva vidas esté en manos de organizaciones que manejan dinero es un contrasentido”, concluye.

A su vez, los gobiernos de países como Sudáfrica, India y Costa Rica han planteado la posibilidad de que las farmacéuticas liberen sus patentes sobre las fórmulas de las vacunas con el objetivo de hacer más equitativa su distribución. Pero se han encontrado con una férrea oposición de las naciones ‘desarrolladas’.

“Estos países defienden a sus grandes industrias farmacéuticas”, señala el doctor Boris Pinto, profesor de la Universidad del Rosario y experto en Bioética. Y dice que no se trata de un fenómeno nuevo. “En los años 80 y 90 cuando la lucha era contra el VIH, el gobierno estadounidense protegió a la ‘Big Pharma’”, añade.

“Esta es la continuación de una vieja pugna por el acceso a medicamentos esenciales y por los acuerdos de protección a la propiedad intelectual”, explica Pinto. De acuerdo con él, “el mercado está asegurado” y lo que desean las empresas privadas es “proteger su inversión”.

El nacionalismo sanitario

Al margen de la geopolítica, la competencia voraz y el nacionalismo sanitario, esta carrera por las vacunas parece no ser una buena estrategia en términos epidemiológicos.

“Hay un riesgo que produce mucho temor y es que el virus mute lo suficiente como para volver inefectivas las vacunas”, dice el infectólogo y profesor de la Universidad Nacional Jorge Alberto Cortés. “Si esas mutaciones ocurren en un país con muy bajas tasas de vacunación o que no ha iniciado siquiera a vacunar, probablemente ese tipo de virus se distribuiría de forma considerable”, sentencia Cortés.

Entretanto, señala que lo que podría pasar en el mediano plazo es que “cuando tengan excedentes de vacunas, Canadá, EE. UU. y otros países europeos regalen sus dosis”, y aprovechen esta ventaja para alcanzar sus intereses en países de ingresos bajos y medios.

Pero la profesora Mora Vera no ve este escenario tan claro, pues asegura que las avanzadas de China y Rusia en lugares como Latinoamérica podrían representar una alternativa para los países de la región.

Igual esto tiene sus matices. “En geopolítica nada es gratis”, señala la experta. Y añade que es probable que algunos estados latinoamericanos adquieran nuevas deudas o profundicen las que ya tienen con potencias como China.

En todo caso, advierte que lo que trajo esta crisis sanitaria no es nada extraño. “Más bien, puso una lupa sobre el mapa de las desigualdades globales que ya conocemos. En ese sentido, las instancias multilaterales tendrán que ser replanteadas. Pero esto depende de la voluntad de algunos estados, que no es un tema menor en política internacional”, dice la experta.

En ese sentido, parece que la foto de ‘Maggie’ sigue siendo un símbolo de esperanza para algunos países, pero se convirtió en un recordatorio de obligada paciencia para los últimos de la fila

El día que vacunaron a Margaret Keenan contra la covid-19 le tomaron una foto que se convirtió en la portada de cientos de periódicos y que fue vista como un símbolo de esperanza para millones de personas. “Finalmente podré pasar tiempo con mi familia y mis amigos en Año Nuevo después de haber estado sola todo el resto del año”, dijo ‘Maggie’, como la llamaron cariñosamente los periodistas.

Aunque fue la primera en el mundo en recibir la vacuna de Pfizer y BionTech el 8 de diciembre del año pasado, para entonces miles de personas ya se habían vacunado antes con la Sputnik V, la vacuna rusa.

Para ese momento, sus fabricantes no habían publicado todos los resultados de los ensayos clínicos y, al parecer, los culminaron casi al mismo tiempo que vacunaban a su población. Esto generó suspicacias entre los países de Norteamérica y Europa, que celebraron la vacunación de ‘Maggie’ como si fuera la primera del mundo.

Más tarde, se supo que la Sputnik V tenía un porcentaje de eficacia del 92 %, según una publicación de la revista Lancet. Aun así, todavía hay países que la ven con reservas (el regulador sanitario de Brasil, por ejemplo, no autorizó su uso).

Las cifras de la agencia Bloomberg muestran que hasta el pasado 2 de mayo Rusia había aplicado 19,8 millones de dosis (el equivalente al 6,7 % de su población totalmente vacunada), Reino Unido ha ido más rápido y acumulaba 49,8 millones de dosis (el 37,3 % de su población con el esquema completo) y EE. UU. contaba ya con 246 millones (el 38,2 % de su población). Países como Israel (10,5 millones de dosis aplicadas, 57,7 % de su población totalmente inmunizada) y Chile (14,9 millones de dosis, 38,9 % de la población) también se encuentran a la delantera.

‘Sálvese quien pueda’

Entretanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido desde meses atrás que los países de ingresos bajos podrían quedar desprotegidos ante el virus. “El precio de este fracaso se pagará con vidas y medios de subsistencia en los países más pobres del mundo”, vaticinó Tedros Adhanom Gebreyesus, director general de la OMS, en enero.

En una columna publicada por The New York Times el pasado 22 de abril, Adhanom Gebreyesus reveló un dato que aunque decepciona, no sorprende: el 81 % de las dosis contra el covid se aplicó en países de ingresos altos y medio altos. En contraste, aquellos con ingresos más bajos usaron el 0,3 % de las vacunas.

Según estimaciones compartidas por Onusida, solo un 3 % de los habitantes de 100 países en vías de desarrollo podría ser vacunado para la mitad de este año. Y “en el mejor de los casos”, el 20 % podrá obtener una dosis para finales de 2021.

El director del organismo destaca el esfuerzo que ha hecho la OMS con el mecanismo Covax (que busca que los países que no tienen los ingresos suficientes para competir por las vacunas accedan a ellas).

Aunque las respuestas de los expertos varían, todo apunta a que la inmunidad en un país se alcanzaría cuando esté vacunado entre el 70 % y el 80 % de la población. Mientras tanto, Covax planea otorgarles a las naciones cobijadas por su mecanismo la cantidad de dosis suficiente para inmunizar al 20 % de sus habitantes.

Daniela Mora Vera, magíster en Relaciones Internacionales y profesora de la Universidad Católica de Ecuador, sostiene que esta escasez de vacunas responde a una lógica de “sálvese quien pueda”. “Estamos viendo que hasta cierto punto se comparten los riesgos (sanitarios), pero no las respuestas a estos”, advierte.

Según ella, instituciones como la OMS tienen un margen de acción limitado. “En ellas participan estados miembros que tienen diversos niveles de influencia... entonces terminan pesando mucho sus intereses en las decisiones que toman las organizaciones”, explica la experta.

Germán Casas, presidente para Latinoamérica de la fundación Médicos Sin Fronteras, dice que los esfuerzos para ayudar a los países vulnerables son válidos. “El problema es que la OMS no tiene ninguna autoridad sobre las farmacéuticas. Estas son empresas privadas que le corresponden más a la Organización Mundial del Comercio (OMC)”, explica Casas.

Por eso, sostiene que reclamarle a la OMS una mayor regulación a los productores de vacunas es desconocer cómo funciona el mercado farmacéutico. “La autoridad la tiene la OMC, lo cual desde mi punto de vista es terrible. El hecho de que una gente que salva vidas esté en manos de organizaciones que manejan dinero es un contrasentido”, concluye.

A su vez, los gobiernos de países como Sudáfrica, India y Costa Rica han planteado la posibilidad de que las farmacéuticas liberen sus patentes sobre las fórmulas de las vacunas con el objetivo de hacer más equitativa su distribución. Pero se han encontrado con una férrea oposición de las naciones ‘desarrolladas’.

“Estos países defienden a sus grandes industrias farmacéuticas”, señala el doctor Boris Pinto, profesor de la Universidad del Rosario y experto en Bioética. Y dice que no se trata de un fenómeno nuevo. “En los años 80 y 90 cuando la lucha era contra el VIH, el gobierno estadounidense protegió a la ‘Big Pharma’”, añade.

“Esta es la continuación de una vieja pugna por el acceso a medicamentos esenciales y por los acuerdos de protección a la propiedad intelectual”, explica Pinto. De acuerdo con él, “el mercado está asegurado” y lo que desean las empresas privadas es “proteger su inversión”.

El nacionalismo sanitario

Al margen de la geopolítica, la competencia voraz y el nacionalismo sanitario, esta carrera por las vacunas parece no ser una buena estrategia en términos epidemiológicos.

“Hay un riesgo que produce mucho temor y es que el virus mute lo suficiente como para volver inefectivas las vacunas”, dice el infectólogo y profesor de la Universidad Nacional Jorge Alberto Cortés. “Si esas mutaciones ocurren en un país con muy bajas tasas de vacunación o que no ha iniciado siquiera a vacunar, probablemente ese tipo de virus se distribuiría de forma considerable”, sentencia Cortés.

Entretanto, señala que lo que podría pasar en el mediano plazo es que “cuando tengan excedentes de vacunas, Canadá, EE. UU. y otros países europeos regalen sus dosis”, y aprovechen esta ventaja para alcanzar sus intereses en países de ingresos bajos y medios.

Pero la profesora Mora Vera no ve este escenario tan claro, pues asegura que las avanzadas de China y Rusia en lugares como Latinoamérica podrían representar una alternativa para los países de la región.

Igual esto tiene sus matices. “En geopolítica nada es gratis”, señala la experta. Y añade que es probable que algunos estados latinoamericanos adquieran nuevas deudas o profundicen las que ya tienen con potencias como China.

En todo caso, advierte que lo que trajo esta crisis sanitaria no es nada extraño. “Más bien, puso una lupa sobre el mapa de las desigualdades globales que ya conocemos. En ese sentido, las instancias multilaterales tendrán que ser replanteadas. Pero esto depende de la voluntad de algunos estados, que no es un tema menor en política internacional”, dice la experta.

En ese sentido, parece que la foto de ‘Maggie’ sigue siendo un símbolo de esperanza para algunos países, pero se convirtió en un recordatorio de obligada paciencia para los últimos de la fila.