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Punto final al deshielo: la fiesta agria de EE. UU. y Cuba

Mientras Trump reversó la apertura económica en la isla, los disidentes celebran el fracaso del régimen.

17 de junio de 2017

El fin de medio siglo de tensiones entre Estados Unidos y Cuba fue un sueño de apenas dos años. Cuando en 2015 las democracias celebraron que La Habana reabriera su embajada en Washington, lo insospechado en tiempos de Guerra Fría ocurrió: Raúl Castro le habló a la Asamblea General de la ONU, Barack Obama se presentó ante su Congreso pidiendo levantar el histórico embargo a la isla y hasta la casa Chanel realizó un desfile por el céntrico Paseo del Prado.

El cambio en la tierra de los Castro iba viento en popa hasta ayer, cuando Donald Trump le cumplió a sus votantes republicanos y declaró que cancelaba “completamente” el acuerdo “unilateral” de Obama con Cuba y prohibía desde ahora hacer negocios con los militares de la isla. (Ver recuadro con reacción de Cuba).

Lo anterior significa que queda vetado cualquier intercambio financiero con el Grupo de Administración de Empresas (Gaesa), una empresa cubana que, para Washington, beneficia directamente a altos jefes de las Fuerzas Armadas, aunque otro tipo de inversionistas extranjeros pueden seguir haciéndolo, teniendo en cuenta que el conglomerado controla el 60 % del comercio cubano.

A eso se suma que el Departamento del Tesoro de EE. UU. auditará ahora los viajes de estadounidenses a Cuba, cuando Obama había logrado que los ciudadanos pudieran ir a la isla argumentando que cumplían con una de 12 categorías permitidas, entre las que estaba el “contacto pueblo a pueblo” o el “intercambio cultural”.

Para Sebastián Bitar, docente de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Los Andes, las nuevas prohibiciones afectan sobre todo a las empresas cubanas vinculadas con militares, “que son casi todas”, el resto, añade, está muy cercano a lo que querían algunos políticos republicanos, como el senador por La Florida Marco Rubio, para presionar a Castro para abrir camino a la democracia.

De hecho, las últimas decisiones del magnate parten de una orden ejecutiva, el recurso que le ha servido para cumplir promesas antiestablecimiento sin pasar por el Congreso.

Ahora bien, Bitar es enfático en que “no es que Trump haya acabado con todo lo que hizo Obama”, sino que más bien reduce el simbolismo que había logrado su predecesor: “que la política restrictiva hacia Cuba se puede invertir”.

Fiesta entre disidentes

Mientras demócratas y seguidores de Obama lamentaban el revés de las relaciones con Cuba, en la isla los disidentes más simbólicos hacían fiesta.

Al terminar la transmisión del discurso de Trump, Guillermo Fariñas, periodista y premio Sajarov a la Libertad de Conciencia del Parlamento Europeo, le dijo satisfecho a EL COLOMBIANO que el presidente acababa de romper con la “complicidad” creada entre Obama y Castro que legitimaba al régimen.

“Las dictaduras deben ser tratadas como dictaduras. No se puede tratar de negociar con bandidos cuando las reglas no son honestas”, dijo, y agregó que en tiempos de deshielo “las cosas solo se pusieron peor para los derechos humanos de los cubanos”.

De acuerdo con el líder, en los últimos dos años se recrudeció la violencia policial y crecieron las amenazas.

En eso coincide Berta Soler, líder de la organización cubana Damas de Blanco, que reúne a familiares de presos políticos. Según ella, su movimiento ha sufrido detenciones injustificadas por más de 72 horas, las autoridades han frenado sus tradicionales manifestaciones de los domingos, “nos roban de nuestras carteras, suspenden las pruebas escolares de nuestros hijos para chantajearnos y violan con espejos las cámaras que tuvimos que instalar para grabar las agresiones ”, cuenta.

Por eso, para Soler el anuncio de Trump “vuelve a reconocer a la sociedad civil de Cuba y deja claro que si el gobierno de Cuba quiere negociar con Estados Unidos, pues tiene que haber condiciones, como la libertad a los presos políticos”.

Sobre esta posición difiere Iroel Sánchez, académico castrista, para quien son los sectores extremistas asentados en Miami, “que se han beneficiado históricamente de la hostilidad del gobierno norteamericano hacia Cuba”, los que “crearon matrices de opinión que entorpecieron el proceso de deshielo”, y, de hecho, para él es claro “posiblemente” sea Cuba el país con menos violencia policial del hemisferio.

Las críticas a la iniciativa de Obama en su país son válidas para Sánchez, en la medida en que la apertura comercial nunca se reflejó en el bolsillo de los cubanos. No obstante, los anuncios de Trump entorpecen las últimas esperanzas que tenía la isla de ver el fin del embargo de EE. UU. y cesar la ocupación en Guantánamo.