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Japón, el país de emperadores que cambia de era

La llegada de un nuevo emperador refleja una tradición que esconde una intención política.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.

02 de abril de 2019

El 1 de mayo de este año será un día como cualquiera para el resto del mundo, pero para Japón significará el inicio de una nueva era. Concretamente, el día 1 del año 1 de la era Reiwa, el nombre del nuevo periodo histórico de este país asiático anunciado este lunes por el gobierno del primer ministro Shinzo Abe.

El cambio se da por la llegada de un nuevo emperador, Naruhito, quien asumirá el cargo tras la renuncia de su padre, Akihito, luego de 30 años. Ese día, los japoneses se despertarán con nuevas fechas en las monedas, los periódicos y las licencias de conducción y, mayoritariamente, con la convicción de quien comienza a vivir en un mundo nuevo.

Japón es el único país oriental que mantiene, desde hace 1.400 años, la división del tiempo en eras, aunque actualmente la complementa con el calendario común. No es inusual que, con el paso del tiempo la historia ponga etiquetas sobre ciertos periodos, como el Siglo de Oro o la Ilustración, pero en Japón la historia se nombra antes de que comience a suceder.

Orden o armonía

Como explica Ernoko Adiwasito, experto en Asia y profesor de la Universidad del Rosario, culturalmente, Japón y el resto de países de ese continente le deben muchos de sus elementos culturales a China.

La propia grafía utilizada para nombrar las eras, el kanji, es una forma de escritura heredada de China. Sin embargo, Reiwa, la nueva era, representa cierta ruptura con la tradición del gigante asiático y una reivindicación del nacionalismo.

Por primera vez en 14 siglos, la inspiración para dar nombre a la nueva era partió de un poema japonés en lugar de uno chino. Y no de cualquiera, de la obra poética más antigua de la isla, el Manyoshu, que data del siglo VII.

De acuerdo con Fernando Barbosa, investigador independiente y experto en Asia, tras esta elección puede haber un mensaje distinto al dado por el primer ministro durante su anuncio oficial.

Abe explicó que Reiwa significa “el nacimiento de una civilización en la que reina una armonía entre los seres”, pero para Barbosa, las traducciones son ambiguas: “Wa significa paz, pero también hace referencia a la forma en que Japón era llamado por los chinos, por lo que podría ser una consigna nacionalista. Así mismo, Rei es a la vez armonía y orden, lo que devuelve a la interpretación militar. Solo el nombre ya presenta dos visiones de Japón”.

Renunciar a la divinidad

Nombrar un periodo histórico que no ha sucedido es como pintar de memoria el retrato de un desconocido. En el siglo XX, durante la era Showa –que traduce paz y armonía– se dio la Segunda Guerra Mundial.

Japón, que hacía un par de décadas se había propuesto ser una potencia occidental, recibió por respuesta la peor derrota militar de su historia reciente, dos bombas atómicas y la pérdida de la divinidad del emperador.

Hirohito fue el último monarca japonés considerado un enviado de Dios. En 1946, sus súbditos escucharon su voz por primera vez en una alocución radial en la que reconoció, instado por EE. UU., “la falsa idea de que el Emperador es divino y que los japoneses son superiores a otras razas y destinados a dominar el mundo”.

Desde entonces, el emperador es solo un símbolo y Japón es un país al que le fue impuesta la renuncia a un ejército capaz de intervenir internacionalmente. Sin embargo, nombrar la historia, de alguna forma, también es una forma de borrar el pasado, de demarcar con un número el fin de una época.

Para Japón, esta es la de la herencia de la rendición de la Segunda Guerra Mundial y la recuperación de la ambición truncada entonces de ser una potencia a la altura, económica y militar, de sus pares occidentales