Así fueron los últimos minutos del submarino argentino San Juan
Un informe del Congreso aclara las certezas y dudas sobre el hundimiento del submarino en 2017.
Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.
Los últimos minutos del Ara San Juan, el submarino que se hundió el 15 de noviembre de 2017 en el Atlántico, siguen enfrentando a la sociedad Argentina.
Un informe publicado por la Comisión del Congreso designada para este caso, luego de 16 meses de trabajo, no logró poner punto final a la historia de lo que ocurrió con la nave y sus 44 tripulantes antes del colapso que los hundió hasta 907 metros de profundidad, según el hallazgo de los restos del submarino que hizo el 17 de noviembre la empresa Ocean Infinity.
Lo que sí aclaró el estudio es la “indudable responsabilidad política del gobierno” de Mauricio Macri, tanto en la precaria revisión técnica del submarino antes de su partida como en el manejo de la información posterior al accidente, cuando el gobierno intentó “que la tragedia pasara rápidamente al olvido”.
Según el estudio, el Ara San Juan, parte de la Armada Argentina desde 1985, llevaba “44 meses” sin las revisiones técnicas que corresponden cada 18 meses para una nave de sus características. Además, presentaba más de 30 averías o fallas técnicas previas a la autorización de la misión encomendada”.
Minutos inciertos
A las 10:51 de la mañana del 15 de noviembre de 2017 los radares de la Organización del Tratado de Prohibición de los Ensayos Nucleares (Otpce) registraron un “evento acústico anómalo” en el Océano Atlántico argentino.
La investigación de esta semana revela que, sin duda, ese fue el momento en el que colapsó el Ara San Juan y comenzó su descenso hasta ser aplastado por la presión del océano.
Sobre las horas previas a ese momento, sin embargo, aún hay hipótesis. Se sabe que a las 11:41 de la noche, en la víspera del accidente, el jefe de Operaciones del submarino, Fernando Vicente Villarreal, informó de un principio de incendio en el tercer tanque de baterías de la nave que los había obligado a subir a la superficie.
En ese momento, quizá como una precaución, Villarreal preguntó a qué distancia estaban los buques que podrían rescatar al submarino si la emergencia se agravaba. El más cercano, estaba a 20 horas de allí.
La instrucción que recibió desde la base por parte del Jefe de Operaciones del Comando de la Fuerza de Submarinos, Hugo Miguel Correa, fue regresar a Mar del Plata, de donde habían partido, y mantener a los controladores informados de su posición. En algún momento después de eso, el Ara San Juan volvió a sumergirse. No volvió a la superficie.
A las 7:19 de la mañana Villarreal volvió a informar que se encontraban a 40 metros de profundidad, con rumbo hacia Mar del Plata. Agregó que estaban agotados por el incidente del incendio y que, luego de descansar, revisarían el estado del tanque de baterías.
Fue la última vez que hablaron con el exterior. Horas después, cuando los tripulantes habrían intentado retirar la tapa de la sala de baterías para verificar la causa del incendio, algo pasó.
Una explosión, según una de las hipótesis, por la excesiva concentración de hidrógeno, que dejó a los marinos sin capacidad de reacción. O bien, según otra lectura, el agua de mar ingresó a la barra de energía del submarino y, la reacción química, dispersó un veneno que mató a los tripulantes antes de terminar en el fondo del mar.
Hacer un duelo
Celso Vallejos, encargado de leer las ondas de sonido para navegar el Ara San Juan, era de alguna forma “los ojos y los oídos del submarino”, cuenta su hermana, Marta, en conversación con EL COLOMBIANO.
Desde la desaparición, ella y su familia han perseguido una respuesta: qué fue lo que él –el primero en enterarse que algo iba mal– vio y escuchó la noche del 14 y la madrugada del 15 de noviembre.
Para Marta, la verdad está lejos del informe presentado por la Comisión del Congreso. Este, señala “responsabilidades compartidas” en la cadena de mando de la Armada frente al accidente.
“Es más fácil echarle la culpa a la gente que ya no está”, dice Marta. Para ella, aún hay muchas preguntas sobre la responsabilidad del gobierno en la “desaparición de 44 personas en época de democracia”.
Mientras su hermano siga en un punto incierto del océano, sin que se sepa lo que sucedió ese día, ella no se cree capaz de hacerle duelo. “Es muy difícil si no hay un cuerpo”, dice. La suya, y la de los familiares de los otros 43 tripulantes, es en esencia esa búsqueda, la de un cuerpo, lo único que puede probar que alguien no dejó de existir sin más