Venezuela, el plato fuerte de la cena con Trump
El presidente de EE. UU. invitó a Santos y a Temer a su torre en Nueva York. Caracas ya respondió indispuesto.
A menos de una semana de que el presidente de EE. UU. Donald Trump amenazara a Colombia con descertificarla por incumplir sus compromisos internacionales contra el narcotráfico, el mandatario organizó una cena en su torre de Nueva York e invitó a su homólogo, Juan Manuel Santos, para dialogar sobre Venezuela y las relaciones bilaterales.
La velada de anoche, a la que también asistió el presidente de Brasil, Michel Temer, y se esperaban Juan Carlos Varela (Panamá) y la vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti, le resultó bastante particular a Ricardo Abello, internacionalista de la Universidad del Rosario.
“Que Trump haya hablado contra Colombia la semana pasada, y que ahora estén comiendo, es extraño, y explica cómo se maneja la política del presidente de Estados Unidos en temas internacionales: va por el día a día y no por casos”, añade el experto, para quien en este encuentro de alto nivel, cualquier cosa que diga Santos contra Venezuela tendrá implicaciones profundas y generará reacciones en la agenda de Nicolás Maduro.
Aunque el precio puede ser alto, Christopher Sabatini, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Columbia, cree que ha llegado el momento de que los gobiernos latinoamericanos, sobre todo aquellos con un vínculo con Venezuela, estén dispuestos a incomodar a Nicolás Maduro. “Colombia ya ha hecho lo que debía, y el proceso de paz con las Farc, que era un obstáculo para que Santos hiciera más, ya se ha completado. Ya el presidente no puede ser silencioso, y debe hablar y actuar”, reflexiona.
De hecho, para Sabatini, un encuentro presidencial de este nivel y con la presencia de Trump debió suceder mucho antes para buscar verdaderas soluciones a la crisis democrática en Venezuela.
“La reunión de varios presidentes en Lima el mes pasado resultó débil. Se necesita un alto nivel diplomático para coordinar, articular pasos y tener una política con metas claras”, continúa el profesor de Columbia, y concluye que si países como Colombia ya están dispuestos a hacer algo, hay que encausar un proyecto conjunto, que incluso incluya sanciones.
“Maduro ha demostrado que necesita un nivel de aprobación de su contraparte y de sus vecinos, y que le afecta mucho la atención, por eso, incluso pocas sanciones diplomáticas le van a importar a él y a su gabinete”, concluye Sabatini.
Un tímido Brasil
No obstante, son bajas las posibilidades de que en la cena, que al cierre de este artículo no había suscitado pronunciamientos, conduzca a medidas radicales. Michel Temer, por ejemplo, no está listo para intervenciones militares o sanciones radicales.
De acuerdo con Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Wilson Center para la investigación, esas estrategias desentonarían con la historia diplomática de su país, e incluso con la de Colombia, reconocida por sus constantes intentos de dialogar con posibles adversarios.
“No creo que Brasil se sienta muy cómodo colaborando en estrategias con Washington contra Venezuela. Temer debe ir con mucho cuidado, afirmando que debe prevalecer el principio de la democracia, pero no permitiendo que le endosen medidas muy agresivas”, agrega Sotero, y advierte que cualquier mal paso en diplomacia puede llevar a un retroceso grave en la relación entre estos países, con el agravante de que comparten fronteras y un alto flujo migratorio.
A lo anterior se suma que cualquier inserción brasileña podría complicarse, teniendo en cuenta el descrédito nacional de Temer en su país por los recientes escándalos de corrupción que lo vinculan.
Una grabación en la que el mandatario aparece consintiendo el pago de dineros para comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, le mereció un descenso en su credibilidad. Adicional, la firma Odebrecht confirmó que entregó en 45 millones de dólares en 2014 a su campaña con la destituida Dilma Rousseff.
Así las cosas, Brasil, que rompió con el chavismo en cuanto Temer asumió, está lejos de ser un conciliador con Venezuela. Tampoco lo es Colombia, que aunque la lidera un Premio Nobel de Paz, tiene demasiados intereses de por medio con el país vecino: un flujo diario de hasta 30.000 venezolanos es apenas uno, afirma Abello.