Venezuela

Venezuela, aislada del mundo por mayor apagón de su historia

Desde el jueves en la tarde la mayoría del país permanece sin energía. Gobierno culpa a EE.UU.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.

09 de marzo de 2019

Desde el jueves Venezuela desapareció para el mundo. El apagón general que afectó a 14 de los 23 estados de este país, y que continúa en la mayoría de estos, no solo suspendió la energía en las salas de urgencia de los hospitales y dejó sin refrigeración tanto los alimentos en las neveras como los cuerpos en las morgues, también dejó incomunicadas a las personas.

Como en la crónica de Gabriel García Márquez, Caracas sin agua, durante estas horas Venezuela quedó “a merced de los rumores” ante la dificultad de acceso a medios de comunicación.

El gobierno de Nicolás Maduro atribuyó el corte a un sabotaje en la hidroeléctrica del Guri, en el estado sureño de Bolívar, y señalaba como responsable a Estados Unidos.

Entretanto, el líder de la oposición y presidente interino, Juan Guaidó, recorrió el viernes las calles de Caracas llamando a las protestas contra el gobierno, al que acusa de negligencia en la administración de los recursos energéticos (ver recuadro). Su convocatoria venía acompañada de una consigna casi bíblica: “La luz llega con el cese de la usurpación”.

La noche sin matices

Mavis Matos iba a preparar café cuando descubrió que no encendía la estufa. No se sorprendió. Los cortes de electricidad no son una novedad en Maracay, capital del estado de Aragua, donde trabaja como desarrolladora de marketing.

Pero, con las horas, comenzó el calor y el encierro autoimpuesto, por la falta de transporte y de locales de comida abiertos. Dentro de todo, se dijo, había un consuelo: no tenía niños de los que preocuparse por el bochorno de la noche, ni carne en la nevera que pudiera descomponerse.

Al mismo tiempo, en Caracas, el Metro se paró de pronto. Eran las 5:00 p. m. del jueves y cientos de personas evacuadas del principal servicio de transporte de la capital se vieron ante una carrera contra la oscuridad. La última imagen de ese día en la ciudad fue la de oleadas de caminantes que, a pie, buscaban llegar a sus casas antes del ocaso.

Poco después, la noche llegó sin matices. Sin alumbrado público, a las 7:00 p. m. del jueves Caracas era un territorio con rostros intermitentes, solo visibles bajo las luces de los carros y de las pantallas de celulares con el contador de batería en descenso y sin cómo recargarse.

Las últimas palabras

El regreso de la luz con el amanecer del viernes vino con las noticias de las primeras víctimas. Marielsi Aray, de 25 años, murió cuando los equipos que la mantenían respirando se detuvieron, según informó la agencia AFP. En el sur, 11 neonatos despertaron en peligro de muerte en el hospital central de San Cristóbal.

Mavis se levantó en la mañana en Maracay, consciente de haber despertado en un día perdido, en el que no podría trabajar y seguiría en su casa, comiendo pan y casabe.

El gobierno suspendió las clases en los colegios y, en los aeropuertos, los viajeros quedaron sin más opción que mirarse unos a otros. Por las calles de las ciudades se veía a pocos transeúntes, caminando como en busca de un motivo. Muchos, cuenta Christian Gutiérrez, subdirector del portal de noticias Caraota Digital, aún no entendían lo que sucedía.

El viernes, los venezolanos no solo durmieron en un país a oscuras, sino militarizado, por una orden dada en la tarde por el ministro de defensa Vladimir Padrino, como respuesta a la emergencia.

La noche volvió como un velo sobre Venezuela, mientras colapsan las plantas de energía de los hospitales y, en los celulares que se descargan, venezolanos como Mavis escriben sus últimas palabras hacia el exterior. El temor, cuando se levante esa cortina que oculta al país vecino, es que la luz revele la imagen de una tragedia